INSTITUTO
CASANDRA
El nombre de la institución,
anodino, aséptico y a la vez pretencioso: “Instituto de asesoramiento técnico
social y comunicacional”. El despacho clónico, impersonal e idéntico a otros
millones de despachos esparcidos por incontables edificios de oficina del
primer mundo. El entrevistador enfundado en un terno azul oscuro casi negro con
corbata granate –el uniforme no oficioso del poder- a juego con una sonrisa
pastosa que no denota bonhomía por ser una pariente cercana del cinismo. Frente
al entrevistador, sentado en una silla de cuero, Santiago Cerezo –Santi, para
los amigos-, el joven aspirante, con el nerviosismo reglamentario requerido
para la ocasión.
-Muy bien, señor Cerezo. Su currículum es excelente y encaja a la
perfección en el perfil exigido por el puesto. ¿Sabe a lo que nos dedicamos
aquí?
-Pues no lo tengo muy claro,
el nombre de su empresa no es muy revelador.
-Oficiosamente se nos conoce como el instituto
Casandra. Somos lo que en los países anglosajones se denomina un think tank, un gabinete de expertos
multidisciplinar dirigido a influir en la opinión pública y asesorar a los
gobiernos de turno en la gestión de su comunicación; también legitimamos
narrativas políticas.
-Bien, pero no entiendo para que necesitan
ustedes a un biólogo evolutivo.
-Señor Cerezo, no me andaré por las ramas. ¡Vaya!
Cerezo y ramas, le aseguro que no era mi intención hacer un chiste con su apellido.
-Ya.
-La cosa es sencilla. Vendemos miedo.
-¿Perdón?
-El sistema político y
económico actual está edificado sobre el miedo. Sembrar terror es esencial para
el buen funcionamiento del sistema,
puesto que el sistema en sí mismo es terrorista. El miedo es al sistema
capitalista lo que el aceite lubricante es a un motor, permite que no se
sobrecaliente y estalle. Los trabajadores empiezan por tener miedo a perder el
empleo y dejan de hacer huelgas y aceptan rebajas salariales y condiciones de
trabajo indignas; se sigue con el temor a perder la casa y las familias se
someten a los dictados de los bancos sobre los que se edifica el vigente sistema feudal de servidumbre
hipotecaria; se tiene pavor a la amenaza terrorista real o ficticia y la
población acepta recortes en sus libertades y en sus derechos así como la censura
en los medios; hay alarma ante la inseguridad
ciudadana, lo que permite la instauración de un Estado policial; miedo a los
inmigrantes y a sus valores culturales exóticos con el objetivo de dividir a
los trabajadores enfrentando autóctonos contra foráneos; desconfianza a las
intenciones aviesas y autoritarias del centralismo y su recelo correlativo
hacia el separatismo revanchista al objeto de enfrentar a los ciudadanos en
función del territorio en el que residen o la lengua que hablan en su casa; y
por último, se acaba teniendo miedo a protestar, temor a salir en manifestación
y pánico a rebelarse. El miedo es la argamasa que permite el mantenimiento del status quo, es decir, el actual sistema de apropiación y
transferencia de rentas del conjunto de la sociedad a mayor lucro de una
minoría plutócrata. Nuestro instituto se dedica a elaborar contenidos con los
que intoxicar a los medios de comunicación para someter a los ciudadanos a un
dirigido estado de paranoia. ¿Sorprendido, señor Cerezo?
-Pues sí, me parece todo
tan…, tan…, cínico.
-El cinismo es el signo de
las democracias occidentales, llamarlas democracias ya supone un ejercicio de
cinismo.
-Sigo sin entender para que
necesitan a un biólogo.
-El miedo es un arte. Le
pondré un ejemplo; fíjese en los de la Sociedad de Autores, trataron de
convencer a la población mediante sus campañas de propaganda que si se
descargaban música y películas de la red se aniquilaría la creación y la
cultura. Nadie se lo creyó, como estrategia de comunicación fue una chapuza. Se
impone la sofisticación, lo burdo fracasa; si queremos, por ejemplo, acabar con
el sistema público de sanidad y pensiones no sólo hace falta que periodistas a
sueldo repitan mil veces cada día lo “insostenible” que es el sistema de
protección social; no sólo es preciso ofrecer montañas de datos económicos,
financieros y demográficos sesgados, cocinados y altamente manipulados; es
necesario rodear el terror que nos hemos fijado como objetivo principal de una
atmósfera de terrores difusos. Si logramos acojonar al personal –y perdone la expresión-
en términos generales, será más fácil amedrentar a los ciudadanos en cuestiones
concretas. Amenaza de asteroides espaciales, tormentas solares tecnogenocidas,
cepas de enfermedades infecciosas resistentes a los fármacos, exceso de
fertilización de los suelos, agotamiento del fósforo en el planeta…, y por
supuesto, la superpoblación, la bomba demográfica, ¡un clásico! Se trata de que
los ciudadanos se angustien blandiéndoles la amenaza de riesgos inexistentes o
remotos y nosotros fabricamos dichas espadas de Damocles. Así, el cambio
climático y el agotamiento de los combustibles fósiles lo exageramos por
encargo del lobby de la industria
nuclear; los estudios sobre amenazas a la seguridad nacional, estudios
estratégicos y doctrina militar, nos los encargan la industria armamentista;
también todos los años agitamos el fantasma de una gran pandemia de gripe de
origen aviar –por no hablar del évola- a mayor gloria y beneficio de las
farmacéuticas; acusamos falsamente a los pepinos españoles de ser el origen de
un brote bacteriano y nos cargamos la molesta cuota de mercado hortifrutícola
española en Europa. ¿Entiende ahora porque necesitamos un biólogo? Su cometido
es elaborar informes con buena apariencia técnica, lo convenientemente
alarmistas para ser difundidos en los medios.
-Lo siento, pero no puedo
aceptar el puesto, no me parecen éticos sus procedimientos.
-Mire –el entrevistador anotó
una cifra en un papel mientras sonreía-, esto es lo que cobrará al año libre de
impuestos. ¿Qué me dice?
-Es mucho dinero.
-El miedo es una mercancía
rentable.
(Relato ganador del V
Cibercertamen literario Hipatia de Alejandría de literatura breve. 2013).
Este es uno de los cuentos que podrás leer en el libro "Podemos y otros relatos indignados".
Este es uno de los cuentos que podrás leer en el libro "Podemos y otros relatos indignados".