miércoles, 29 de abril de 2020

LA ÚLTIMA PERSONA NORMAL

Mi relato "La última persona normal" ha obtenido una mención de honor en el concurso "El cuento en cuarentena" organizado por la Editorial Palabrerías.
LA ÚLTIMA PERSONA NORMAL
Es difícil establecer el momento temporal en que los individuos con desórdenes mentales pasaron de ser una minoría a constituir la mayoría de la población. Antes de que ocurriera dicho hito, conocido como el sorpasso, se había producido, en los años previos, una escalada en cuanto al número de personas a las que se les diagnosticaban alguno de los más de ciento setenta desórdenes mentales descritos. La extensión del umbral por el que determinados rasgos de un individuo -que antes pasaban desapercibidos- se consideraban como sintomáticos de una patología que necesitaba ser tratada por profesionales médicos generó una enorme masa de población medicalizada. A decir de los conspiranoicos -la conspiranoia es otro desorden mental (DM) recientemente acreditado-, el escaso rigor en los diagnósticos por parte de los psiquiatras, que necesitaban enfermos -cuantos más, mejor-, para vivir de ellos y, sobre todo, la presión de las empresas farmacéuticas, favoreció la epidemia de casos de DM. Los tímidos pasaron a ser catalogados como pacientes de ansiedad social, tener pesadillas equivalía a un trastorno por sueños angustiosos, los zarzallosos eran enfermos de trastorno fonológico, los despistados ofrecían síntomas de trastorno cognoscitivo no especificado y a los niños rebeldes y cabroncetes se les colgó la etiqueta del trastorno de desregulación del temperamento con disforia. Si te tomabas más de dos cafés a lo largo de la jornada padecías intoxicación por cafeína; si después de alguna copa de más, llegada la noche, no se te levantaba al yacer con tu pareja, incurrías en un caso típico de trastorno sexual inducido por el alcohol; la gente que dejaba de fumar sufría invariablemente el desorden mental de abstinencia por nicotina, y si te negabas a ir de camping con el plasta de tu cuñado era a causa de una clarísima fobia social y de un trastorno de la personalidad por evitación.
Como he dicho antes, se discute mucho acerca de cuándo se produjo el sorpasso por el que los diagnosticados de DM superaron a los normales; para algunos fue el momento en que se aceptó la futbolfobia –aversión a las pasiones futbolísticas- como desorden mental. Personalmente opino que el sorpasso se alcanzó al considerarse que toda persona que hicieran más de dos veces el amor al mes ya era un sexoadicto. A mi juicio, más que el cuándo importa el después, lo que ocurrió una vez que los pacientes de DM fueron mayoría en la sociedad. En primer lugar se produjo la normalización y visibilidad de los DM people, que, como se suele decir, “salieron del armario”. Reconocidos artistas, políticos y deportistas, hicieron públicos sus desórdenes mentales sacando a relucir los aspectos positivos de sus síndromes. Así, los actores se vanagloriaban de sus trastornos de cambios de personalidad y los intelectuales de padecer trastorno negativista desafiante. Se puso de moda hacerse tarjetas de visita en las que se indicaban los DM del titular de la misma. A un servidor le entregaban tarjetas rotuladas con leyendas tales como: “Pepe López, barrendero: somatomorfo indiferenciado, trastorno de comportamiento perturbador no especificado, trastorno por rumiación y delirium debido a múltiples etiologías”; “Alejandro Contador, controlador aéreo: síndrome de alienación parental, paramnesia reduplicativa, terrores nocturnos, narcolepsia, trastorno por estrés agudo y trastorno explosivo intermitente”; “Anselmo Urquijo, consejero delegado: síndrome neuroléptico maligno, trastorno antisocial de la personalidad, sadismo sexual, psicótico primario y piromanía”; “Selena Gutiérrez, trabajadora social: trastorno cognoscitivo, trastorno obsesivo-compulsivo, episodios maníacos, histeria, misandria, vaginismo, orgasmo femenino inhibido, fobia canina y enuresis”. Las parejas que querían presumir de armonía marital alardeaban sufrir trastorno psicótico compartido. Comenzó a ser habitual leer en los currículum vitae que los candidatos revelaran sus desórdenes mentales; un DM muy valorado era el de narcisismo, al que se relacionaba con la ambición y la capacidad de liderazgo. En los juicios penales era común que los reos se definieran como cleptómanos o que se negaran a responder alegando mutismo selectivo. Incluso comenzó a hablarse de una aristocracia entre los DM, la gente que tenía complejo edípico, complejo de Electra o trastorno de la Tourette, se sentía superior a los vulgares neuróticos o a los ramplones deprimidos. La normalización de los DM alcanzó cotas insospechadas: En mi empresa los partidos de fulbito pasaron de ser de “producción contra administración” y “almacén contra comerciales” a “hiperactivos-impulsivos contra melancólicos involutivos” y “eyaculadores precoces contra hipomaníacos”.
Las personas normales, desde que pasaron a ser una minoría, cada vez se sentían más relegadas, se las consideraba sosas, casposas y anticuadas. Como a nadie le gusta pertenecer a un colectivo minoritario estigmatizado, los normales comenzaron a tumbarse en masa en los divanes de los gabinetes psicológicos, ansiosos por que se les diagnosticaran algún desorden mental. Para satisfacer a la demanda social desatada y solucionar el déficit de profesionales, se importaron 100.000 psicólogos y psiquiatras argentinos. Yo mismo, cada vez me sentía más aislado; “eres raro, eres normal”, me recriminaban las personas de mi entorno. Mi normalidad empezó a ser un motivo de seria preocupación para mí el día en que le pedí salir a una chica y esta me rechazó, alegando que, aunque yo era “muy buen chico”, debía comprender que ella no podía salir con alguien normal y que tenía puestos sus ojos en otro joven, maniaco, disocial y politoxicómano, con el que esperaba ser muy feliz.
Llegó un momento en que me quedé solo, era la última persona normal. Por muy laxos que fueran los psicólogos a la hora de valorarme, ninguno de ellos era capaz de diagnosticarme un desorden mental. Fue un psiquiatra cubano el que resolvió mi problema tras someterme al Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesotta. Según mi psiquiatra, mi desorden mental consistía, precisamente, en empeñarme en ser normal, él lo bautizó como Síndrome de afán de notoriedad por normalidad. Después de que se me diagnosticara un DM tan original como el que sufro, me siento integrado en la sociedad y he podido rehacer mi vida. Ahora soy feliz.

domingo, 26 de abril de 2020

ARS GRATIA ARTIS

Ars gratia artis......Héctor Olivera Campos

  1

Foto: Ricky DávilaNubes
de un cielo que no cambia
El Artista pintó a la Gioconda desnuda de cuerpo entero, revelando su condición de transexual con unos pechos con dianas de gruesos pezones erectos y un miembro viril tatuado y desmesurado. La crítica aplaudió aquella “patada al arte académico, conformista, retrogrado y burgués”.
El Artista posó desnudo ante los periodistas. También se paseó en la carroza de una escuela de samba disfrazado de astronauta. La prensa especializada lo calificó de audaz y de nuevo enfant terrible del arte contemporáneo.
En la segunda obra de su serie “Contra Leonardo”, el artista expuso “Día de acción de gracias”, una reproducción de “La última cena” dibujada al carboncillo a la que le cosió un pollo decapitado en el espacio en el que debía figurar el retrato de Jesucristo, un cadáver que se fue pudriendo lentamente. La obra fue calificada de “manifiesto contra la inmovilidad del arte” y “valiente alegato contra la hipocresía familiar y el puritanismo”. 
       El Artista introdujo la reproducción de una momia egipcia en un tanque de formol. Un millonario neoyorquino compró el adefesio.
             El Artista pidió a su mecánico de confianza que le regalara el cartón que había colocado sobre el suelo del taller, con el propósito de que los goterones de grasa que iban desprendiéndose de los bajos de los autos no embarraran excesivamente el piso. Tras barnizarlo, enmarcó el cartón en un marco dorado estilo rococó y lo expuso en la Galería. Un crítico escribió que el Artista “había abolido los cánones” con su “beligerante vanguardia” y que estábamos en presencia de una obra “original, profunda y portadora de emociones estéticas”.
            Hastiado de tanta imbecilidad, el artista tomó una de sus deposiciones y la introdujo en un recipiente de formol, engarzándolo en un relicario medieval. Tituló la obra: “Esto es una mierda”. La crítica enloqueció, hubo quien creyó ver que el autor jugaba con la doble acepción del término escatología por las connotaciones religiosas que sugería el relicario. Para críticos, galeristas, subastadores, marchantes y filósofos del arte, el Artista se había consagrado.


2

Muchos años después de su consagración, el Artista sufrió un golpe conceptual del que ya no se repondría jamás. Había regresado a su casa después de haber clausurado aquella mañana con notable éxito su exposición de cuerpos humanos mutilados y plastificados, y sin nada mejor que hacer, se sentó en el sofá a contemplar un documental sobre ornitología que emitían por televisión. Las imágenes mostraban a las aves de emparrado, unos pajarillos pequeños y poco vistosos de Nueva Guinea. Los machos se dedicaban a construir estructuras semejantes a pagodas con ramas y hojas trenzadas, pequeños palacios adornados con objetos cuidadosamente recolectados, dispuestos como tapices en el interior de sus construcciones o alrededor de ellas. Las colecciones reunían cientos de conchas de caracol, hojas, flores, plumas, piedras, frutas pequeñas y hasta pedazos de vidrio y deshechos plásticos. El ave pasaba horas escogiendo y acomodando su muestrario, situando cada pieza en su lugar específico. Si un objeto era movido mientras el ave se ausentaba, el animal volvía a colocarlo en su lugar. La selección de los objetos, su disposición estética en el espacio, reflejaba el gusto personal de cada ave y su habilidad para procurarse cosas inusuales en el bosque (llegando hasta a robar los materiales del emparrado de un macho vecino). Uno de los pajarillos sentía debilidad por el color azul y su instalación incluía todo tipo de piezas azuladas. Aquella ardua labor se realizaba con el propósito de seducir a la hembra, que en tiempo de apareamiento, visitaba un emparrado tras otro, inspeccionando la calidad de las obras. Los machos con malas demostraciones se quedaban sin pareja.
El Artista se sorprendió a sí mismo con los ojos húmedos, atónito, maravillosamente humillado. En aquellas composiciones ingenuas había más verdad y más belleza que la que él había conseguido falsear en la totalidad de su puñetera obra.

(Publicado en el blog Litteratura)

miércoles, 22 de abril de 2020

ESQUELA

Hace unos días el diario barcelonés La Vanguardia realizó un concurso de microrrelatos con motivo de la festividad de Sant Jordi y un micro mío fue seleccionado entre un poco más de un centenar de textos. Es muy breve:

ESQUELA

viernes, 10 de abril de 2020

LA REVISTA MEXICANA COLLHIBRI HA PUBLICADO MI RELATO "MARIOLA"

La revista de difusión literaria y artística de los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México) ha publicado mi relato Mariola
Mariola
COLLHIBRI.WORDPRESS.COM
Mariola
Hay eventos que cambian significativamente nuestra vida, algunas veces son momentos, a veces libros, en otras personas. Hoy Héctor Daniel Olivera Campos nos comparte una interesante historia. &nbsp…

jueves, 2 de abril de 2020