martes, 28 de julio de 2020

CUMPLEAÑOS EN HOBBITON



CUMPLEAÑOS EN HOBBITON

Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su cumpleaños centesimodecimoprimero con una fiesta de especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton.

 En el consiguiente ágape hubo una espléndida tarta de cumpleaños cuyas velas apagó Bilbo con un soplido huracanado, además de comida y bebida en abundancia, regalos sorprendentes, baile y alaracas y besos y abrazos. Todo ello sin respetar la distancia de seguridad y sin mascarilla alguna. A la semana siguiente Hobbiton se hallaba confinada a causa de la extensión inmisericorde de la pandemia y sus habitantes permanecían recluidos y aterrorizados en casa. Las sirenas de las ambulancias ululaban su tétrico canto.


Microrrelato incluido en el cuaderno "Relatos de la cuarentena nº 10" (Tres nubes ediciones-México- ).

https://issuu.com/tresnubesediciones/docs/relatos10?fbclid=IwAR0jXH46VLmcRLsL6lLAOify0SgGuiaBTuUCi6s3LjQN8-bsJ0o2lgZRzy0

jueves, 23 de julio de 2020

PLANETA A


La revista argentina "Galáctica" ha publicado en su número 3 mi microrrelato "Planeta A".


PLANETA A

Cuando la Tierra colapsó por culpa de la contaminación, el cambio climático y la pandemia, había bofetadas -y navajazos y tiros- por hacerse con una de las escasas plazas en las naves aeroespaciales que deberían llevar a un puñado de humanos a colonizar el planeta B.

La única que no se alteró fue Casandra, una científica que llevaba años trabajando en secreto en su propio plan de fuga. ¿Para que marcharse a un planeta B, si te puedes quedar en el planeta A? Casandra construyó una máquina del tiempo que la teletransportó a la Grecia Clásica.  Se encontró tan feliz en su nueva patria, que quiso agradecerles a los griegos la hospitalidad recibida revelándoles el futuro.

Cada día Casandra, la agorera, vocea en el ágora de Atenas su conocimiento del porvenir. Los griegos la escuchan y esbozan una sonrisa condescendiente, la toman por una loca.


UNA OREJA, DIEZ TEORÍAS

La revista colombiana "El Juglar" en su número uno ha publicado mi conjunto de microrrelatso "Una oreja, diez teorías".

UNA OREJA, DIEZ TEORÍAS Y ANUNCIO

FORMACIÓN PROFESIONAL
Vincent salió con una oreja menos de la barbería. “El chaval está aprendiendo”, justificó el dueño del establecimiento al imberbe que le había rebanado. Enfadado, Van Gogh no dejó propina.
¡Cómo se reirían del pintor cuando explicase la causa de su mutilación! Para evitarlo, se hizo pasar por loco y contó que él mismo se había desorejado. Harto y cansado de simular ser un demente –él, el pintor más lúcido de su tiempo- se suicidó a los treinta y siete años.
El aprendiz de barbero emigró a España en dónde hizo carrera como rejoneador.

SUSTRACCIÓN EN LA GRANJA

-Paul, yo no soy ningún ladrón.
-¿Y te crees que yo sí?
-Volvamos a la pensión.
-¿Y mañana qué comemos? Yo no vendo mis cuadros y tú menos aún.
-Pero robar está mal.
-Te recuerdo Vincent que no tenemos un céntimo y que debemos a la patrona el alquiler de la habitación, el pan al panadero, los víveres al tendero y el vino, la absenta y el tabaco al tabernero. ¡Hasta en la casa de putas tenemos cuentas por pagar!
-Pero lo matas tú, Paul, yo no puedo matar a ese lechoncito después de cómo me ha mirado.

Paul Gauguin salta a la pocilga y agarra el cerdito para entregárselo a Vincent Van Gogh que espera al otro lado de la cerca.

-¡Aghhhh!
-¿Vincent que pasa? ¡Dios! Ese cerdo hijo de puta te ha comido la oreja.



LA MIES ES MUCHA

-¿Ustedes son los nuevos braceros?
-Sí.
-¿Y se llaman?
-Paul y Vincent.
-¿Han hecho esto antes?
-No, somos pintores en apuros económicos.
-Miren, cojan estas hoces. Las espigas se agarran así, se siegan así y se hace un haz con cada manojo. ¿Lo han entendido?
-Ni que fuéramos gilipollas.
-¡Aghhhh!
-¡Vincent, lo siento! Se me ha ido la mano. Putas hoces, las carga el diablo.

BESTIA

Paul no es un hombre, es una bestia en celo cuando fornica; lame, muerde, palmotea las nalgas, estira los cabellos y asfixia, con sus manos de marinero, el cuello de su amante. Paul es un ser animal, cegado y convulso, sin otro objetivo que culminar su penetración en una petite mort salvaje; su fornicación es un rosario de brusquedad y dolor. Aquella noche Paul Gauguin alcanzó el sumun del paroxismo al arrancar de un bocado la oreja de su amado Vincent Van Gogh.


EL BOLERO DE RACHEL

-Si me amaras, te preocuparías por mí.
-Sí, ya lo hago, Rachel, sólo pienso en ti.
-¡Mentiroso!  No me traes ni un regalo, ni una propina, ¡nada! Tú eres tan sólo un tacaño que pretendes follarme gratis. Eres igual que todos.
-No digas eso, yo te amo.
-¡Demuéstramelo!
-¿Cómo?
-Tráeme dinero.
-Sabes que no tengo, mis cuadros no se venden.
-Pídeselo a tu hermano Theo, él está forrado.
-No es rico y ya vivo a costa de él, no puedo sangrarlo más.
-Pues luego no pongas mala cara cuando me voy con los clientes, ellos, al menos, me pagan.

Vincent regresa de la oficina de correos, de cobrar el giro monetario que le ha remitido su hermano y, a pocos metros del café, contempla el nuevo comercio que ha abierto sus puertas en la villa: una correduría de seguros. El hombre se acerca y observa con diligencia un cartel que se exhibe a la entrada del establecimiento. En el afiche aparecen dibujados, con tétrica ingenuidad, diversos apéndices humanos y el importe que se concede por la pérdida de cada uno de ellos; se trata de publicidad de un seguro de accidentes. Piernas y brazos se indemnizan con miles de francos; dedos, narices, orejas y lenguas, con algunos centenares. Vincent Van Gogh entra en el local y contrata un seguro.

Esa noche, frente a su amada, sumido en la sordidez del cuartucho del burdel maldito, Vincent empuña la navaja y declara triunfante: “Rachel, amor mío, esto lo hago por ti”.


UN HERMANO EJEMPLAR

“Esto ya es lo último”, masculló Theo con rabia. Ha hecho lo imposible por su hermano; lo ha mantenido, ha sufragado sus distintos alojamientos y hasta se lo llevó a vivir con su familia. También intentó vender sin resultado sus incomprensibles pinturas. “¿Su hermano fuma opio, porque… estos trazos…, estos colores?”, fue lo que le espetó el último cliente al que trató de vender uno de sus lienzos. ¿Cuántos más gastos, molestias y ataques de locura de su hermano enfermo, deberá aguantar a modo de sacrificios ofrendados en el altar del amor fraterno? Y, por increíble que parezca, todo es susceptible de empeorar.
Theo observa atónito la oreja cercenada sobre su mortaja de papel de estraza y, a continuación, relee la nota que le envían unos bandoleros corsos:
“Esta es la oreja de su hermano. Si no nos paga los diez mil francos que le exigimos por el rescate, le seguiremos enviando apéndices. Ya ve que hablamos en serio.  En su mano está, señor Theo Van Gogh, salvar la vida de su hermano Vincent”.

¡OLEEEEÉ!
El espectáculo taurino que Vincent Van Gogh acaba de ver en el anfiteatro de Les arènes de Arlés ha perturbado profundamente su alma de artista. Ha asistido a una corrida de toros como las que se hacen en España, finiquitada con la muerte del astado en el ruedo. Una poderosa amalgama de crueldad, arrojo, plástica y truculencia; lo bello y lo siniestro danzando en poderosa coreografía sobre la arena.
El espectáculo ha hecho mella en la hipersensibilidad del Vincent, y el pintor se encamina rumbo a su pensión, circunspecto, abstraído, poseído por un perverso y aterrador síndrome de Sthendal. Frente al espejo el loco del pelo rojo empuña la navaja mientras grita: “¡Oleeeeé!”.

APUESTA
-No me podéis echar ahora, la partida está caliente y llevo buena mano.
-Vincent, te has quedado sin dinero -le replican los habituales de la timba del café de la estación.
-¡Cabrones, ahora no!
-Apuesta uno de tus cuadros.
-Mi obra es sagrada.
-Pues ya me dirás qué vas a apostar.
El pintor pierde la apuesta, sobre el tapete verde yace la oreja talada.

APOCALÍPSIS ZOMBI EN LA PROVENZA
-¿Qué buscáis zombis hijos de puta?
-A ti, Vincent.
-¿Para qué?
-Queremos comerte el cerebro.
-¡Y una polla!
-Eso también.
-¡Atrás, zombis, atrás!
-Danos algo y nos vamos.

-¿Doctor, usted qué opina?
-Es el delirium tremens más severo que he visto en mi vida.

PRIMER DÍA DE PINCHE DE COCINA CUANDO TE MUERES POR QUEDAR BIEN

-¡Oído, barra, cocina, una de oreja!
-¡Marchando!
-¡Por Dios, qué horror! Vincent, ¿qué has hecho?

ANUNCIO

Pintor fracasado busca a putón desorejado para relación simétrica.

Interesadas contacten con Vincent Van Gogh.




https://storage.googleapis.com/production-hostgator-colombia-v1-0-6/026/297026/kDP7DXGT/324a0adce83e4584b408d4f9cdbc41a7?fileName=Revista%20el%20juglar%20%20-%20Julio%202020.pdf&fbclid=IwAR0k0E9v70lKheOqPUybe6g35s5445y_zbzT628ckpFp57B4V3pxYegam8U

lunes, 20 de julio de 2020

LIBRO "LA DISTANCIA"



https://www.creatiwepro.com/proyectos/libro-la-distancia?fbclid=IwAR09RqtnLuJUXZcIbhSI8RSIuReUntp_rtL7UY_o_kqudQOi7L0UuU2logc

POLIZONA

La revista Clan Kütral ha publicado mi relato

POLIZONA

Carlos regresó de la muerte. Sus ojos se abrieron a una oscuridad unánime. En segundos su mente fue deshaciéndose del estupor de su sueño necrófilo. Sintió el entumecimiento de sus miembros, la rigidez en la nuca y una sensación de incomodidad terca debida a la estrechez claustrofóbica de la caja que envasaba su cuerpo. Movió sus dedos. Recobró el tacto, un lienzo de satén, mortaja suave, recubría las paredes interiores del féretro.

El espacio angosto apenas le permitía mover los brazos. Con esfuerzo extrajo la pequeña linterna que llevaba en el bolsillo de su pantalón, la encendió y se la llevó a la boca, era más práctico sujetarla con los dientes.  Enterrado vivo, la situación no podía ser más angustiosa; sin embargo, el haz de luz lo tranquilizó un poco.  “Piensa, Carlos, piensa”, se ordenó a sí mismo; aún tenía la mente embotada y sentía que sus pensamientos discurrían lentos y espesos. No, no había que caer en el pánico, no era la primera vez que le pasaba y se habían tomado precauciones por si le ocurría de nuevo aquel percance. Era preciso mantener la sangre fría y realizar aquello que estaba previsto.

No era la primera vez que regresaba de la muerte, era la segunda. La primera vez tuvo suerte, se despertó en la funeraria, acostado sobre la mesa de zinc, desnudo, mientras la diplomada en tanatoestética lo maquillaba. Le dio un susto de muerte a la muchacha, si fuera otra la circunstancia en que lo recordaba, Carlos hubiera sonreído. Catalepsia, ese fue el diagnóstico.

Esta vez sería diferente; Marcela, su mujer, estaba allí afuera, vigilante, preparada para rescatarlo si sufría un segundo ataque. Marcela era su seguro de vida.

“Marcela”, pronunció Carlos, en voz alta, y la linterna se desprendió de su boca, apagándose. Marcela, la bella rumana, quince años más joven que él, su entregada, fiel y devota esposa. La mujer de la que se enamoró perdidamente como lo hizo Ulises de las sirenas en su viaje hacia Ítaca. Él la llamaba, con cariño, polizona, por haberse colado inopinadamente en su vida con pasión furtiva en un momento en que él tan sólo aspiraba a una singladura tranquila rumbo a la senectud.

Marcela se había encargado de todo. Carlos recordó las instrucciones, mil veces repasadas por ambos, en caso de que volviera a ocurrir el óbito apócrifo: La linterna en el bolsillo delantero derecho del pantalón, el teléfono móvil en el bolsillo izquierdo.

 Su mano penetró en el bolsillo acordado, pero no estaba el móvil. No, no podía ser, su mente se negaba a reconocer el hecho. Sus dedos crispados rebuscaron en el interior del bolsillo del pantalón como si a través de la fuerza de su voluntad desesperada fuera a aparecer el aparato. La angustia era indescriptible. Carlos atinó a recordar que habría una campana instalada dentro del ataúd por si el teléfono fallaba. La campana pendería atornillada a la tapa de la caja mortuoria a la altura de su pecho. Sus manos buscaron la campana sin hallarla. Levantó la cabeza en la oscuridad hasta golpear la tapa del féretro.

Carlos comenzó a frotarse las manos frenéticamente, síntoma del ataque de nervios que sufría. Comprobó que no llevaba reloj en su muñeca izquierda y, peor, aún, faltaba la alianza de matrimonio de su dedo anular. ¿Por qué? ¿La habrían robado los empleados de pompas fúnebres? Gritó hasta quedarse afónico, arañó las tablas del ataúd hasta sangrar. Comenzó a ahogarse, le faltaba el oxígeno. ¿Dónde estaba Marcela? ¿Por qué no venía a rescatarlo? Y, entonces, recordó, con horror, que meses antes había firmado una suculenta póliza de seguros cuyo beneficiario era su mujer.




viernes, 17 de julio de 2020

MENOS DA UNA PIEDRA

La revista Almicidio ha publicado mi relato

MENOS DA UNA PIEDRA

Eusebio era un ser bruto, simple y feliz. A Eusebio le gustaba su trabajo de albañil, el fútbol, las películas de acción, escuchar reguetón y piropear a las mujeres desde lo alto del andamio. Sus máximas aspiraciones en la vida era llegar a ser encargado de obra y que su prima Mari Trini, una joven marujona, aprendiz de peluquería de barrio, de la que estaba perdidamente enamorado porque tenía las tetas grandes, se fijara en él.

Una tarde el jefe de Eusebio le pidió que se quedara en la obra haciendo horas extras paleando los escombros del solar en el que trabajaban. Agonizaba el día y ya las nubes eran mortajas escarlatas, cuando entre en la soledad de la obra, Eusebio hincó entre los cascotes la última palada descubriendo una piedra de forma cónica, de negrura intensa y brillo refulgente.

-¿Qué coño es esto? -se preguntó en voz alta el albañil mientras le toqueteaba con la punta de la pala.
-¡Ay! -profirió la piedra.
-¡Joder, que susto! -exclamó Eusebio.-Ya decía yo que el carajillo que me he tomado era de garrafón, pues no me ha parecido que la piedra de marras habla.
-¡Por supuesto! Soy la piedra filosofal, quimera perseguida por los alquimistas de todos los tiempos.
-¿Esto está pasando de verdad, me hablas a mí? -preguntó el albañil tras limpiarse de cera los oídos.
-¿A quién si no, garrulo?
-No puede ser que me hable una puta piedra. Esto es absurdo.
-¿Acaso crees que conoces el absurdo? ¡No conoces nada! ¿Acaso piensas que nuestros sentidos son lo suficientemente precisos para que podamos hacer una representación cabal del mundo? Si es así, te engañas. Apenas somos cautivos en una caverna  a los que tan sólo les está permitido ver danzar sombras proyectadas sobre una pared y a esa fantasmagoría la denominamos realidad.
-¡Joder, hostia puta, copón! -El albañil no alucinaba tanto desde la vez en que siendo joven se tomó un ácido con sus amigotes.
-¿Quién eres buen hombre?
-Me llamo Eusebio.
-Te he preguntado quién eres no cómo te llamas.
-Pues no sé qué decirte.
-¿No?
-No, no sé quién soy.
-Acabas de formular tu primera lección de filosofía. Conócete a ti mismo, esa será tu primera tarea.
- ¿Y qué coño quieres, cacho piedra?
-¿Qué quieres tú?
-No te entiendo.
-¿Qué le pides a la vida?
-Llegar a ser encargado de obra y que mi prima Mari Trini me haga caso.
-Lo que yo te daré es más importante que todo eso.
-¿Dinero? -Eusebio pensó que quizás la piedra dichosa era un trasunto de la lámpara de Aladino.
-Más importante que el oro y los diamantes.
-¿Más?
-Llévame contigo y te proporcionaré sabiduría.

Eusebio se llevó la piedra filosofal a su casa y la metió dentro de una pajarera que colgó en el techo de su dormitorio. Durante cuarenta días con sus cuarenta noches, la piedra estuvo iluminando al albañil acerca de las grandes cuestiones de la existencia: ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Estamos solos en el Universo o acompañados? ¿Hay vida tras la muerte? ¿Lo que llamamos realidad es real? ¿Cómo sabemos lo que sabemos? ¿Qué es el ser? ¿Qué es la nada?

Al terminar aquella sesión intensiva de filosofadas, Eusebio era otro hombre… peor que el anterior.  Aquel Eusebio obtuso, más corto que la picha de un virus, pero alegre, despreocupado y jaracandoso, dio paso a un hombre amargado, taciturno y atormentado por angustias existenciales que le provocaban fobia social, insomnio, úlcera de estómago y halitosis. De repente, el albañil se preguntaba por el sentido de su vida sin hallar respuesta alguna que le pudiera satisfacer. Sus compañeros de trabajo le parecían obreros alienados y futboleros embrutecidos, rehenes del espíritu gregario e incapaces de atreverse a pensar por sí mismos. No ocultó su desprecio a la plantilla y terminaron por despedirlo. Por su parte, se desenamoró de Mari Trini, quien pasó a parecerle una zopenca irrecuperable que le aburría hasta la náusea con sus conversaciones de choni de manual.

 Tras la última semana de clase magistral impartida por el pedrusco dedicada a Kierkegard, Shopenhauer y Nietzsche; Eusebio llegó a la conclusión que debía suicidarse, pues:

 -“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Y como quiere Nietzsche, que un filósofo, para ser estimable, debe predicar con el ejemplo, se advierte la importancia de esta respuesta” - citó el encofrador a Camus mientras sostenía la cuchilla de afeitar con la que se proponía a cortarse las venas.
-¡No hay huevos! –exclamó la piedra. Eusebio detectó un tono malévolo y burlón en su pétreo maestro y le molestó el coloquialismo. ¿Para qué el empacho de pedantería que había soltado el pedrusco para venirle, en ese momento trágico, a hablarle como un poligonero? –Date matarile de una vez.
-¡Adios, mundo cruel! –exclamó Eusebio mientras presionaba la cuchilla sobre su muñeca izquierda.
-¡Joder, que topicazo! ¿Además, cazurrín, no habíamos  en quedado que el universo no existe más que en la subjetividad de cada cuál, que el mundo no es más que la representación mental que hacemos de él y que los sentidos nos engañan?
-¡Puta piedra! – gritó Eusebio interrumpiendo su suicidio. –¡Yo era feliz antes de conocerte!
-Mejor ser un Sócrates gruñón que un cerdo satisfecho. La felicidad y el optimismo son para gilipollas como el Cándido de Voltaire, los lectores de libros de autoayuda y los papanatas que cuelgan frases motivacionales en sus redes socciales. Eres un puto gallina, eso es lo que pasa.
-Pienso, luego existo. Cuestiono mis decisiones.
-Sí, para ti, pienso, que es lo que comen los cerdos y las gallinas.

Eusebio se percató de lo absurda, surrealista y demencial que era su situación. ¿Iba a quitarse la vida porque una piedra le había estado comiendo el coco? ¿Estamos locos o qué?

A la mañana siguiente Eusebio buscó el pozo más hondo que pudo encontrar y precipitó a su interior el pedrusco.

Existe una leyenda urbana acerca de un pozo al que si le arrojas monedas, brota una voz interior que te insulta mientras proclama: “¿Quieres tener suerte cabrón, por la puta calderilla que me has echado? La suerte no existe, supersticioso gilipollas, la suerte te la haces tú. Y que sepas que me has hecho daño con el monedazo que me has arreado. Como me vuelvas a tirar otra, subo para arriba y te corto los huevos”.





https://38d826ee-cbbe-4499-a84b-43f32ec8a12c.filesusr.com/ugd/63a289_1370d733f3074896a0820cbdf8733bc2.pdf

martes, 14 de julio de 2020

JE T'AIME

Mi relato "Je t'aime" a sido publicado por la Editorial Hechizo en una antología de relatos eróticos.

JE T’AIME

 

Dudé, claro que dudé, antes de entrar. Además, en estos sitios te cobran, pero seis meses de calentón es mucho tiempo acumulado. Sin pensármelo más, entré en el puticlub.

Era una barra americana de ambientación retro con sus taburetes de rojo chillón. Sonaba un viejo tema musical: Je t’aime. Una andina achaparrada, con las tetas al aire, servía las copas. Conté seis putas aburridas alumbradas por una iluminación insana, ninguna me gustaba del todo, así que le pregunté a la encargada -una señora  maquillada por su peor enemigo que tendría setenta años de edad, por lo menos-, si había alguna otra chica disponible. La alcahueta me informó que había otra, pero que estaba ocupada con unos clientes. Reparé en el plural y como adivinando mis pensamientos, exclamó la andina: “¡La guarra!”. Reí, debía ser sobradamente guarra para que las compañeras de burdel le llamasen así.

Me decidí por una negrita, que si no guapa, al menos, parecía simpática. Una vez en la habitación, el aparato no me respondió. Necesitado de comunicación, le conté a la negrita que me sentía culpable por engañar a mi mujer, que era una santa. Le expliqué a la meretriz que me había quedado sin trabajo hacía algo más de seis meses y  que, casi de forma milagrosa, mi esposa encontró empleo a la semana siguiente en una empresa de catering, de manera que era ella la que traía el sueldo al hogar mientras que yo había pasado a ocupar el rol de amo de casa. Desde que mi mujer trabajaba no habíamos vuelto a hacer el amor, ella siempre regresaba a casa agotada y cuando no era así, tenía jaqueca. De lo que sisaba del dinero que me entregaba para hacer la compra, yo había conseguido reunir el importe para irme de putas. Y he aquí que iba a ponerle los cuernos con lo que a ella le habían pagado trabajando duro y honestamente.

La putilla me consoló –sin parar el taxímetro, que me cobró el tiempo que estuvo haciendo de psicóloga-. Se mostró muy comprensiva: “Mi amol, lo natural es follal”. Luego, se puso cariñosa y yo rematé la faena. 

Tras aliviarme me tomé una copa en la barra americana. Pregunté a la andina por la que faltaba, “la guarra”, y me dijo que tendría aún para un rato pues estaba atendiendo una orgía. Volvió a sonar el Je t’aime de Jane Birkin y Serge Gainsbourg; un tema que había estado de moda en mi adolescencia. Recordé con placer nostálgico las manolillas que me había cascado oyendo los gemiditos de la Birkin. Al preguntarle a la negrita si pinchaban esa canción con frecuencia, ésta me explicó que era el tema preferido de la encargada, quien aseguraba que le traía recuerdos de la época en que empezó su carrera de putón, así que lo ponía “a cada ratico”, y que ella “estaba hasta el moño de la cansionsita”. Sin esperar a verle la cara a la puta ausente, me marché del local rumbo a mi hogar, aplacado, contento y ligero de espíritu, silbando Je t’aime.

Cuando regresó mi mujer del trabajo la noté de muy buen humor. Me dijo que la tarde había sido estupenda y le habían dejado una buena propina por lo duro que se había empleado. Dándome una palmadita en el trasero, me dijo: “Tigre, esta noche quiero ver como ruges”. Yo me dije: “¡Vaya! Precisamente hoy tiene ganas, cuando acabo de desatascar las tuberías”. Luego se ofreció a cocinarme mi plato favorito: huevos estrellados.

Todo era perfecto hasta ese momento. Yo leía el periódico satisfecho en el salón, cuando me sobresaltó un tarareo que provenía de la cocina. “No puede ser”, me dije. La sospecha extendió sus enormes alas negras.  Mi mujer canturreaba  Je t’aime…, oui, je t’aime…mon non plus.


ANTOLOGÍA DE MINIFICCIONES ROCKABILLY

La editorial mexicana "La tinta del silencio" ha publicado mi microrrelato "Sentinel" en la Antología de minificciones Rockabilly.

jueves, 9 de julio de 2020

INYECCIÓN DE LIQUIDEZ

Mi microrrelato "Inyección de liquidez" ha sido publicado en la revista mexicana AION.MX número 51.


INYECCIÓN DE LÍQUIDEZ

A causa de la crisis económica que acarreó la pandemia, los balances de las empresas y las rentas del capital se deterioraron hasta límites que los llamados mercados calificaron de dramáticos. Súbitamente, neoliberales acérrimos exigían una intervención masiva del Estado en la economía para restaurar a las empresas dañadas y el correspondiente lucro cesante de los dueños de las mismas. Sin una inyección de liquidez gigantesca por parte del Estado, el único agente económico capaz de hacerlo, alegaban, no habría reconstrucción económica posible. Lo malo es que el déficit público estaba en máximos históricos y el Estado, financieramente hablando, en shock.

Y cuando parecía que nada podía hacerse y que la profunda recesión duraría años, llegaron los yanquis al rescate para regalarnos su vacuna antipandémica. La operación se bautizó con el nombre de “Bienvenido Mister Marshall” y estaba dirigida a los grupos de riesgo: jubilados y enfermos crónicos, que fueron vacunados con unas inyecciones que inoculaban un líquido turbio y verdoso. La eliminación de millones de pensionistas y enfermos sanearon las cuentas de la Seguridad Social y terminaron con su déficit crónico, ¡ahora sí que había dinero público a mansalva para regalar a las empresas! El PIB subió a lo bestia, la bolsa escaló como la espuma y los dueños de las pompas fúnebres se convirtieron en multimillonarios.



martes, 7 de julio de 2020

sábado, 4 de julio de 2020

ENTREVISTA POR EL COLECTIVO CUENTEROS

Ayer, día tres de julio de 2020, fui entrevistado por Eduardo del Colectivo Cuenteros de Oaxaca, México, con motivo de la publicación en su plataforma y el diario Noticias de Oaxaca de mi relato "Carta a Dulcinea"

https://www.facebook.com/1480279745437729/videos/285684785871996

No hay ninguna descripción de la foto disponible.








La imagen puede contener: una o varias personas