sábado, 13 de marzo de 2021

MINIFICCIONES DESDE EL ENCIERRO

 Últimamente sólo me llegan buenas noticias desde el otro lado del charco. Desde México lindo y querido ha llegado hasta mis manos estas "Minificciones desde el encierro", un libro delicioso que sorprende gratamente por su cuidadísima edición y sus atinadas ilustraciones. Sobre los textos os comentaré muy pronto, en cuanto los lea. Se trata de una antología de cincuenta relatos sobre el confinamiento, seleccionados en un certamen organizado por la Universidad de Guadalajara, editora del libro. Yo colaboró con un relato titulado "Las bofetadas se dan sin manos".




ALBA

 He quedado finalista en el v concurso de relatos Lamucca, dedicado en esta edición al erotismo con mi relato

ALBA
Pablo se afloja el nudo de la corbata y se desabrocha los dos botones superiores de su camisa. Permanece solo en su despacho, en soledad con sus demonios. Un brío húmedo chapotea en el ánimo del hombre mientras su pensamiento se desagua en un agujero negro, el corazón se le acelera y un festival de sangre y deseo hincha de regocijo el sur de su cuerpo. La voz de Ángeles reverbera todavía en su conciencia, sus palabras gruesas y desmadejadas, su impudicia de hembra que se sabe poderosa, su desvergüenza instrumental; sólo ella sabe cómo desquiciarle tanto. Ahora es él quien llama a Alba, su esposa, salta el contestador. “Debo quedarme en la oficina hasta tarde. Hay mucho trabajo pendiente. No me esperes para cenar”, se excusa Pablo.
-¡Puta!
-¡Cabrón!
Ángeles y Pablo siempre se insultan antes, durante y después del encuentro; se trata de un ritual oscuro que les excita. Las sábanas de la cama del hotel son insultantemente blancas, inapropiadas, albas como una bandera de rendición. La blancura del tálamo contrasta con la penumbra del delta que se le ofrece al hombre, con el objeto oscuro del deseo, abierto como una promesa o, quizás, como una amenaza. Le sigue una esgrima de cuerpos hasta el mutuo vaciamiento.
Tras la cita Pablo abandona la habitación de hotel impersonal y desciende en el ascensor hasta el parking silencioso y hostil donde le espera varado su vehículo, con un amago de desconcertante tristeza que siempre le asalta tras cada una de sus citas furtivas. Experimenta unos deseos intensos de comprarle un regalo a su mujer, pero se abstiene, la última vez que se presentó con un obsequio, su esposa le preguntó si se sentía culpable por algún motivo. Sí, se trataba una de aquellas novelas rosas de kiosko que Alba lee, con placer culpable, sabiendo que son basura literaria, pero que le evaden y le hacen creer que existen romances maravillosos, intensos e inimaginables.
Pablo titubea antes de entrar en su casa, le toca esculpir mentiras, simular quejarse de la empresa que lo esclaviza. Pero antes deposita las llaves en el colgador del recibidor, bajo la fotografía enmarcada de su boda con Alba, el vestido de novia es tan blanco que hiere a la vista. Para sorpresa del hombre Alba no está sola, una vez más la acompaña Génesis, la guapa y nueva vecina venezolana que tan amiga se ha hecho de su mujer en el último año.
“Cariño, Génesis me está ayudando a doblar las sábanas de la casa”, declara Alba. Pablo sonríe. La venezolana no sólo es agradable de ver, es dulce de carácter y risueña. Nunca había visto a su mujer tan feliz y entusiasmada con una amistad. Pablo recuerda que ha fantaseado con llevar a cabo un trío con su mujer y la venezolana. “Qué horas más raras tenéis para ordenar la ropa de cama”, simula enfadarse Pablo, sincero en su leve perplejidad, al constatar que la vecina se demora en su visita hasta una hora inapropiada de la noche.
Las sábanas danzan en el salón y su blancura le recuerda al hombre las sábanas del hotel. “Qué amistad tan blanca, tan pura, tan ingenua. Pablo, eres un cabrón, un miserable. Engañar a una mujer tan buena. Dejarte arrastrar por una fulana”, se reconcome el hombre al compás de una sonrisa que se vuelve triste y se transforma en mueca.
Alba y Génesis se ríen al unísono mientras recuerdan en silencio las sábanas que han sido testigos de su secreto.