ALAS
DE MARIPOSA
Residían
a miles de kilómetros en el uno del otro. Tras un año de coqueteos y mensajes a
través del chat privado de Facebook se encontraron en persona en
Ciudad Rodrigo, donde ella residía. El chico se había enamorado de la muchacha,
creía que era mágica. Pasaron juntos un fin de semana. No era una ciudad
romántica, albergaba un museo del orinal.
Su
amada le resultó esnob, superficial, vehemente y pretenciosa, sus ideas eran
prestadas y gregarias. Por no comentar que su foto de perfil contaba con, al
menos, diez años de antigüedad. Todo había sido apariencia. Un vendaval de
desilusión abatió al hombre. El retrato
que el amor había pintado sobre un invisible lienzo de esperanzas no se
correspondía con la modelo.
En
el tren, de regreso a su domicilio, el hombre reflexionó acerca del deseo, ese
sentimiento tortuoso que tiende hábilmente sus trampas, férula que domina y
nubla el entendimiento. También recordó que, siendo niño, una vez, tocó las
alas de una mariposa que perdieron su polvo mágico y el insecto dejó de volar
para siempre.
Publicado en la revista mexicana "Alas de mariposa".
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