viernes, 16 de mayo de 2025

EL ZASCANDIL

 Mi relato "El zascandil" ganador del mes de abril en el Concurs de relatas breus de Cornellà del Llobregat.

 https://projecte-loc.org/category/relats/

 

 

EL ZASCANDIL

 

El joven Eleuterio tenía fama en el pueblo de atolondrado, de bala perdida, de zascandil. No progresó el muchacho en sus estudios y de siete oficios que empezó en ninguno pasó de aprendiz, pues, o los dejaba a medias o el patrón lo despedía por el poco interés mostrado en la faena. En lo único que demostraba tener buena mano era en sacrificar a los gorrinos durante la matanza, tarea que hacía a cambio de alguna propina; labor que había aprendido de manera autodidacta, fijándose mucho en cómo trabajaban los matarifes de su localidad. Contra todo pronóstico, Eleuterio logró echarse una novia; Sofonisba, la menos agraciada, más apocada y lerda de la aldea, que debía escuchar todos los días como familiares y amigos le incitaban romper su noviazgo con el zascandil, pues aventuraban que nunca haría nada de provecho y nada podría ofrecerle. Mientras tanto, Eleuterio pasaba las horas muertas ordeñando con su imaginación las musarañas cuando no jugaba a cartas a “la escoba” con los amigotes en la taberna o a las chapas en la plaza del pueblo o se dedicaba a piropear a las mozas casaderas. Eleuterio vivía una existencia plácida y despreocupada, ¿para qué obsesionarse con el futuro si este habría de llegar de todas formas?

 

Llegó el día en que pasó lo que todos vieron venir, menos el zascandil: Sofonisba rompió su noviazgo con Eleuterio. El muchacho entró en shock. El cura del pueblo, el padre Anselmo, que sentía conmiseración por su negado feligrés, le aconsejó que se marchase del pueblo, con la esperanza de que si el muchacho salía de su zona de confort pudiera, quizás, espabilarse. “Nadie es profeta en su tierra -le advirtió el párroco-, aquí ya te han colgado el sambenito y nadie creerá en ti ni en tus posibilidades. Márchate lo más lejos que puedas. La necesidad agudiza el ingenio. Eleuterio, hazme caso, camina o revienta”. El joven hizo caso al cura y se embarcó con el propósito de hacer las américas, despidiéndose del paisanaje que tanto lo había vilipendiado y de unos paisajes que no volvería a ver.

 

Allende los mares Eleuterio se convirtió en un hombre de provecho, algo que implica, inexorablemente, aprovecharse del sudor de los demás. Espabiló en tierras extrañas, empleándose de matarife en sus duros inicios de emigrante para acabar montando su propia empresa cárnica con cientos de trabajadores en nómina. El muchacho se hizo hombre y se hizo rico, también se casó con una bella y refinada señorita descendiente de un decadente linaje de la burguesía azucarera esclavista. El gallego, que así le llamaban pese a no haber puesto jamás sus pies en Galicia, terminó sus días rodeado por sus hijos y nietos, orgulloso del imperio que había construido con su propio esfuerzo.

 

Tras fallecer Eleuterio, su abogado entregó a los deudos una carta del finado en las que expresaba sus últimas voluntades acerca de cómo debía ser su funeral:  Prohibía ser enterrado y dejaba encargado que su cuerpo fuese incinerado y sus cenizas remitidas a España para ser introducidas en carcasas de pirotecnia que se harían estallar con motivo de las fiestas patronales de su pueblo, encomienda para la que dejaba instrucciones técnicas pormenorizadas de cómo debía ser el espectáculo de fuegos artificiales y una generosa suma dineraria asignada para costear aquellas singulares pompas fúnebres transmutadas en festejos.

 

En la somnolienta aldea causó impresión y alborozo la noticia de que un hijo del pueblo, que había emigrado años atrás, aún guardaba añoranza del terruño natal, hasta el punto de haberse preocupado por sufragar la pirotecnia de las fiestas invirtiendo sus buenos duros. La evocación brumosa del zascandil ya no fue tan burlona.

 

Nunca habían visto los lugareños un castillo de fuegos tan majestuoso como aquél, no faltó ninguna figura: Buscapiés, carretillas, bombas, tracas, culebras, papeletas, barrenos, bengalas, ruedas de fuego, palmeras, voladores, palomas, palomitas y brujas. Lo último que vieron los pueblerinos aletear sobre el firmamento, tras un estruendoso reventón, fue la palabra zascandil escrita en fuego en el cielo, adjetivo luminoso que perdió sus últimas letras para quedar en zasca antes de desvanecerse en una lluvia brillante y espesa de polvo pirotécnico. “¡Oooooooh!”, profirieron mil gargantas unánimes, nadie en aquel pueblacho, perdido entre montañas, había visto jamás una muestra de belleza tan intensa como efímera. La ovación fue tremenda y no bien terminaron de aplaudir cuando a todos comenzaron a picarles los ojos. Las cenizas de Eleuterio mezcladas con la pólvora junto a sulfuro, magnesio, potasa y sosa cáustica, produjeron cientos de lesiones oculares y decenas de cegueras. No, el zascandil no se había olvidado de sus vecinos.

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 24 de abril de 2025

INICIOS HÍBRIDOS

 

Ayer, día del libro, participé en la presentación de una antología de relatos y poemas en la que participo con dos textos. Os dejó aquí uno de ellos.
 
INICIOS HÍBRIDOS
 
El paciente, al que llamaremos Alef para resguardar su intimidad, sufre una patología psiquiátrica incurable de reciente diagnóstico bautizada como letraheridosepsis, que consiste en una pasión extrema por la literatura que conduce al sujeto a padecer diversos desórdenes mentales. En el caso de Alef, su actual estado de demencia le impide leer más allá del primer párrafo de cualquier libro. El trastorno del paciente se inició después de intentar leer el último premio literario con mayor dotación económica en lengua castellana y no ser capaz de continuar más allá del primer párrafo, esfuerzo mental que lo sumió en un estado catatónico por espacio de tres semanas.
Una vez restablecido del coma, se advirtió que el paciente mezclaba los distintos inicios de las novelas que infructuosamente trata de leer. A falta de una nomenclatura más precisa, el profesor Moriarty, doctor en psiquiatría, ha denominado “inicios híbridos”, estas psicosis intertextuales, que transcribimos, a continuación, en siete ejemplos:
 
INICIO HÍBRIDO Nº 1.
 
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor; quien, por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana, y que una mañana se despertó, después de un sueño intranquilo, convertido en un monstruoso insecto.
 
INICIO HÍBRIDO Nº 2.
 
Beatriz, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Be-a-triz: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Be. A. Triz. Era Bea, sencillamente Bea, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Beatriz con pantalones. Era Bea la fea en la escuela. Era Beatriz Viterbo cuando firmaba. Pero en mis sueños, ya que nunca la tuve entre mis brazos, al igual que le ocurrió a Dante, era siempre Beatriz.
 
INICIO HÍBRIDO Nº 3.
 
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.
 
INICIO HÍBRIDO Nº 4.
 
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que mató a María Iribarne con un punzón para picar el hielo.
 
INICIO HÍBRIDO Nº 5.
 
Es una verdad reconocida universalmente que a todo hombre soltero que posee una gran fortuna le hace falta una esposa. ¿Encontraría a la Maga? Había corrido el rumor de que en el malecón había aparecido un personaje nuevo: una dama con un perrito. 
 
INICIO HÍBRIDO Nº 6.
 
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, una tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Comala, la heroica ciudad dormía la siesta.
 
INICIO HÍBRIDO Nº 7.
 
Yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá (porque no pienso molestarlos todavía con todos mis títulos), que otrora, no hace mucho, fui conocido por mis parientes, amigos y colaboradores como “Claudio el Idiota”, o “Ese Claudio”, o “Claudio el Tartamudo” o “Clau-Clau-Claudio”, o, cuando mucho, como “El pobre tío Claudio”; impiedades que atestiguan que todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera.
 
EPÍLOGO
 
Es patente, tal y como atestigua el muestreo de delirios transcritos, la severa patología involutiva que sufre el enfermo; por lo que se ha propuesto, a petición del profesor Moriarty, que se someta al llamado Alef a la eutanasia, desenlace que se ha agendado para el próximo veintitrés de abril, a petición del paciente, y de conformidad con los facultativos consultados.
 
 Puede ser una imagen de té, fosforera y texto

lunes, 31 de marzo de 2025

MI RELATO "OPERACIÓN OGRO" EN EL NÚMERO 48 DE LA REVISTA "PAPENFUSS"

OPERACIÓN OGRO

En la aldea estaban divididos acerca de las verdaderas intenciones del ogro. Para unos, la amenaza de empezar a comerse los niños de la localidad si los aldeanos no le entregaban ocho bueyes cada mes, no era más que una bravata destinada a amedrentarlos para que cedieran al chantaje. Para otros, el ogro iba en serio y se limitaba a advertirles. Y, aunque todos los vecinos coincidían en que el ogro profería barbaridades y amenazas inaceptables, las discusiones entre los que sostenían que era un vulgar y embustero ventajista y los que entendían que estaban ante un monstruo que se retrataba con sus palabras y les anticipaba sus acciones, se enquistaron en un bucle sin conclusión. Para arrojar alguna luz al debate, el Burgomaestre de la villa tuvo la feliz idea de preguntarse si el ogro tenía descendencia. Quizás si se supiera como trataba a sus propios hijos se podría aventurar si era capaz de alimentarse de infantes o no. Tras arduas averiguaciones se documentaron dos vástagos del ogro que perseveraron en el oficio y en las tácticas usadas por su padre: Un tal Adolf Hitler nacido en 1933 y Donald Trump, alumbrado en 2016.


 Papenfuss 48 diponible en:
https://papenfusslarevista.wordpress.com/papenfuss.../

 Puede ser una imagen de una persona y texto que dice "PAPENFUSS Fantomastxiki -Santiago Eximeno- Alejandro Barrón -Verónika Mortissandi Román Sanz Ana Tomás AHL Tena Héctor Olivera J. Aparisi Concha Gcia. Ros Jesús Alcañiz Tomás del Rey- Lorena Escobar Miguelangel Flores Sara Coca José JAG M. M. Sergia martín 48"

sábado, 14 de diciembre de 2024

LA ÚLTIMA SONRISA DEL DINOSARURIO EN LA MICROBIBLIOTECA DE BARBERÀ DEL VALLÈS

Todo un regalo de Navidad y un honor que mi libro "La última sonrisa del dinosaurio" comparta anaqueles en la Microbiblioteca de Barberá del Vallés, el fondo más grande de libros de microrrelatos en lengua castellana y catalana.

 

P.D. Se puede solicitar en préstamo .

 



Fitxa bibliogràfica

Signatura N Oli
Classificació 834.4"20"
Autor Olivera Campos, Héctor Daniel
Títol La Última sonrisa del dinosaurio : 101  relatos de humor / Héctor Daniel Olivera Campos
Publicació [Badia del Vallès] : Héctor Daniel Olivera Campos, [2023]
Descripció física 219 pàgines : il·lustracions ; 23 cm
ISBN / ISSN 9788409521111
Matèria Contes d'humor









Cuaderno de campo

El extranjero pálido vino a nuestra aldea y solicitó a nuestro jefe pasar un tiempo con nosotros. Obviamente nos sentimos halagados, nadie venía a vernos nunca, así que decidimos ofrecerle nuestra hospitalidad.
Nos sorprendió que conociera los rudimentos de algún idioma parecido al nuestro, así como la curiosidad insaciable que mostraba hasta por los detalles más triviales de nuestra existencia. Se pasaba el día preguntando y haciendo dibujos y marcas extrañas en unas hojas blancas cosidas entre sí.
Nos siguió en nuestras partidas de caza, pesca y recolección de frutos. También se fijaba en cómo cocinábamos los alimentos y en la manera que teníamos de comerlos. nos observaba con seriedad y sin dejar de pintar sus figuras extrañas. A pesar de su carácter circunspecto, se emocionó cuando le mostramos nuestros bailes y el rito del paso a la edad adulta de los niños que consistía en que introducíamos los varones en unas jaulas que situábamos en un claro de la jungla y esperábamos a que sobrevivieran a los acechantes dragones de Komodo.
llegó un momento en que el extranjero comenzó a parecernos un entrometido. Fastidiaba que uno se fuera a un rincón a aliviarse el vientre y notaras el cosquilleo en la nuca de una mirada y descubrieras al tipo, emboscado en el follaje de la jungla, emborronando sus malditos garabatos.
Cuando nos imploró que le dejásemos integrarse más en nuestra cultura, no lo dudamos: aquella noche nos sirvió de cena.

Héctor Daniel Olivera Campos

martes, 12 de noviembre de 2024

CLEMENTE

 Una buena noticia: he quedado finalista en el concurso de relatos breves de Cornellà del Vàlles con el relato

CLEMENTE

Clemente no era de los que renunciaban a sus sueños, en su caso el de ser escritor. El problema es que, aunque redactaba de forma más que aceptable, carecía por completo de imaginación. Impulsado por su férrea voluntad se enfrentaba una y otra vez al folio en blanco con nulos resultados, haciendo de la hoja su particular sudario. Por más que lo intentara no se le ocurrían argumentos, su capacidad de fabular era nula.

Para superar sus limitaciones como escritor, Clemente se matriculó en un taller literario en el que enseguida reveló sus angustias creativas. “Escribe solo de aquello que conozcas”, tal fue el consejo lapidario que escupió la profesora del taller, partidaria de la autoficción en literatura. Siguiendo las recomendaciones de su maestra, Clemente se convirtió en un compilador de las anécdotas y pequeñas historias de la gente que le rodeaba, material con el que pudo pergeñar sus titubeantes relatos iniciales.

Como un drogadicto, que cada día necesita su dosis, Clemente, una vez exorcizado el bloqueo creativo, se enganchó al vicio de escribir con regularidad, dándose a conocer en sus publicaciones en internet como un escritor costumbrista. Muy pronto nuestro autor descubrió que la literatura para ser tal, precisa que lo que se cuente sea significativo, no bastaba para colmar su autoexigencia literaria y artística el recrear estampas y viñetas, con primoroso estilo, de la felicidad familiar y conyugal o los pequeños gestos de solidaridad y bondad -escasos, todo hay que decirlo- de sus vecinos o describir minuciosamente como hacía la compra en el supermercado. La literatura hecha de buenas intenciones derivaba en una papilla insípida o, peor aún, en homilía somnolienta. Clemente descubrió que la narrativa exige drama y que, a modo de ídolo primitivo y bárbaro, hay que alimentarla con la ofrenda impía de un sacrificio continuo de sangre y alma humana. Es por ello que nuestro autor, eunuco para fabular, destripó, sin que le temblara el pulso, las peculiaridades, vicios, secretos y vergüenzas de su familia, sin respetar, tan siquiera, a su señora madre; diseccionó su matrimonio; retrató con trazo despiadado a su prole; categorizó a sus amistades; se regodeó en la mediocridad de su trabajo y en el despotismo y arbitrariedad de su jefe; exhibió en clave de monstruos de feria a sus vecinos y disparó sus dardos de tinta contra todo aquel que tuvo la mala suerte de cruzarse en su vida y camino.

Clemente pensaba que muy pocas personas le leían en internet, pero tras su cambio de registro narrativo, empezaron a aparecer decenas perfiles indignados con sus letras, incluso se daban por aludidos personas que él ni siquiera conocía. Limitarse a cambiar los nombres de pila no había sido cautela suficiente para ocultar a los modelos de carne y hueso que relataba en sus cuentos furibundos. Los actos tienen consecuencias y Clemente, al hilo de sus publicaciones, soportó como su familia dejaba de hablarle; que su cuñado le amoratara un ojo de un puñetazo; que su esposa se divorciara; que sus amigos le dieran la espalda; que le despidieran del trabajo y que la asamblea de la comunidad de vecinos le declarase persona non grata. Cuando el sij -tan pintoresco él, con su turbante azul cobalto y su mostacho y barba frondosa-, tendero servicial, que regentaba un badulaque en su calle, le negó la entrada a su ultramarino, tras descubrirse descrito en una de las historias de Clemente como un ser exótico, pero a la vez roñoso y cotilla, nuestro autor supo que lo había ofendido en grado sumo, porque aquel esforzado inmigrante era de los que matarían a su padre antes de perder un cliente o un céntimo de ganancia. La disyuntiva que se abría para Clemente era clara: debía elegir entre la muerte civil y el ostracismo familiar y social o la literatura, y nuestro héroe escogió la literatura.

Convencido de que manejar personajes vivos es siempre peligroso, nuestro autor tuvo claro que debía matarlos ante de embalsamarlos en tinta. En ningún momento Clemente tuvo un atisbo de mala conciencia por asesinar a sus víctimas, al contrario, creía que, si bien les quitaba la vida, les retribuía con la inmortalidad que sólo el arte proporciona, los rescataba del anonimato eterno para que ingresaran en la gloria literaria. A la primera persona que mató fue a su exmujer, pues le urgía escribir sobre su traumático divorcio para resarcirse del daño emocional sufrido. Tras el crimen descubrió que los muertos son maravillosos porque no dan problemas y Clemente se sintió ligero, libre y estimulado para escribir a su antojo sin cortapisas, miedos o autocensuras, con una prosa que se expandía y elevaba el vuelo alcanzando unas cotas de calidad nunca antes conseguidas por su pluma. La novela corta que escribió sobre su exesposa estaba tan bien escrita que ganó un premio literario por dictamen unánime del jurado y fue publicada por una editorial convencional con éxito de crítica y público. Al homicidio de su ex, le siguieron los asesinatos de su cuñado, de su antiguo jefe, de tres de sus vecinos y del sij, al que estranguló con su turbante. Cada crimen germinó en un libro puntualmente publicado lo que le hizo ganar un puesto en los mentideros literarios como autor revelación. A su vez, Clemente aprovechó la descripción minuciosa de sus crímenes para hacerse un hueco notorio como escritor de novela negra.

Cuando la policía procedió al arresto de nuestro autor, Clemente no se sorprendió y hasta se puso a bromear con los agentes. Demasiados muertos a su alrededor y demasiados detalles verídicos acerca de cómo había ejecutado a sus víctimas expuestos en sus novelas para que la policía, que no es tonta, no atara cabos y no acabase por incriminarlo.

En prisión Clemente sigue con sus aficiones, ya ha matado a tres internos y a un funcionario. Sólo las largas temporadas en la celda de aislamiento apaciguan el furor de sus manos doblemente hábiles para escribir y para matar.