jueves, 11 de noviembre de 2021

MI RELATO "EN ALGÚN LUGAR DE LOS CÁRPATOS" EN LA ANTOLOGÍA "FLORES QUE SÓLO SE ABREN DE NOCHE"

 

EN ALGÚN LUGAR DE LOS CÁRPATOS

Se rumoreaba que era un vampiro. Sus cabellos eran de un blanco pajizo, su piel extremadamente clara, sus ojos de un inquietante azul, casi transparente. Al chico, al que todos sus vecinos consideraban maldito, nunca se le veía pasear durante el día por la aldea, se excusaba alegando que la luz del sol le agredía.

Cuando desaparecieron dos chiquillas del pueblo, todas las sospechas se volcaron sobre el extraño muchacho de aspecto perturbador. Una procesión de vecinos armados con horcas y guadañas, con el burgomaestre y la condesa al frente, sacaron arrastras al joven de su casa. No hubo piedad; en la plaza de la villa la turba desmembró al chico albino.

Excitada por lo que había visto, aquella misma tarde, en su castillo, la condesa Elisabet Bathory comenzó a torturar a las dos aldeanas que sus lacayos habían raptado. Fueron las primeras víctimas.



miércoles, 10 de noviembre de 2021

EL LEGADO

 La revista literaria "Bitácora invisible" ha publicado mi relato

EL LEGADO
12 de octubre de 2016
Un abogado de un conocido bufete de Estocolmo llegó puntual a la Academia. Eran las cinco de la tarde del doce de octubre de 2016, el día y la hora señalados en el codicilo secreto del testamento. Un miembro de la Academia esperaba al letrado en el vestíbulo de la majestuosa sede. Por estar ya fuera del horario de oficinas no había bedel alguno en el edificio y tampoco guarda de seguridad, dispensado, de manera anómala, aquella tarde de sus funciones. La discreción debía ser máxima. Los dos hombres tomaron el ascensor que les condujo a la sala noble de la Academia Sueca en donde esperaban ansiosos el resto de miembros del Patronato.
El abogado se limitó a leer un comunicado que llevaba escrito:
-Conforme a las últimas voluntades de Don Gabriel García Márquez expresadas en documento testamentario consignado en nuestro bufete, les hago entrega del objeto que legó a la Academia Sueca en 1982 en agradecimiento por haber sido distinguido con el Premio Nobel de Literatura.
El abogado extrajo de su maletín de cuero una pequeña cajita de madera y nácar, decorada con motivos geométricos mediante la técnica de la taracea. Tras hacerles entrega de la caja, el jurista se despidió. Johansson le acompañó a la puerta.
Durante unos minutos los académicos contemplaron la cajita con miradas hipnotizadas. ¿Qué contenía aquel objeto para que Gabo hubiese esperado treinta y cuatro años en hacerles entrega del obsequio?
Magnusson, el presidente de la Academia, rompió el impasse y con manos temblorosas abrió la caja. En su interior había un líquido albo envasado al vacío en un recipiente plástico y un folio amarillento manuscrito con lo que parecían ser unas instrucciones.
-Está escrito en español –renegó Magnusson-. Usted, Eriksson sabe español, ¿no es así?
-Así es.
-Pues lea.
Eriksson tomó el papel y comenzó a leer para sí mismo.
-Pero, ¡por el amor de Dios! Haga el favor de traducirnos lo que pone –le afeó Magnusson.
-“Ustedes, amigos académicos –tradujo Eriksson- premiaron mi verbo, pero no alcanzaron la profundidad de mi espíritu y tampoco el de los anhelados fantasmas que configuran la geografía mágica y, sin embargo, real y cierta de Nuestra América. Hay verdades demasiado incómodas, demasiado peligrosas, que deben esperar años y años en aparecer, como es el caso, como aquella epístola que nunca le llegó al Coronel. Yo no hubiese podido escribir la mayor parte de mi obra si no hubiese sido gracias a la sustancia psicotrópica que ahora les brindo. “Cien años de soledad” es hija de esta droga. Quiero que la beban, que apuren el cáliz en mi memoria y en homenaje a toda la sabiduría ancestral de los indígenas amazónicos. Es por eso que he escogido esta fecha: doce de octubre, el día en que se conmemora el genocidio, el día en que los conquistadores españoles cayeron con sus garras rapaces sobre las Américas. Beban esta porción de ayahuasca que les ofrezco, amigos míos, y verán a Mauricio Babilonia, allá en Macondo, soltar mariposas amarillas. Gabo.”
-¿Es cocaína? –preguntó Andersson.
-Qué prejuicioso es usted –le reprochó Magnussson-. Es que no ha oído que es ayahuasca.
-La cocaína se esnifa –informó Gustavsson.
-Sí, por favor Gustavsson, usted que es el más avezado en drogas de la Academia, explíquenos sus posibles efectos –inquiere Eriksson.
-El otro día Jean Claude y varios amigos del club le hicimos beber burundanga a una socia, pero sobre la ayahuasca no tengo ni idea.
-¡Burundanga! Ustedes siempre igual, son una puñetera manada. Cualquier día sus abusos nos van a meter en un problema- protestó Johansson.
- Johansson no sea cenizo –le cortó Magnussson. –Y usted, Gustavsson, prosiga.
-Pues no sé qué rayos puede provocar la ayahuasca en el organismo. Pero nunca será peor que pasar una tarde de sábado en el IKEA –alega Gustavsson.
-Vamos, vamos, no sean ustedes pusilánimes –les arenga Magnusson-. Usted, Johansson, por favor, traiga unas copas. Repitan conmigo y beban: ¡Por la literatura!
-¡Por la literatura! –responde el coro de académicos.
13 de octubre de 2016
La Academia Sueca otorga el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan.