EN ALGÚN LUGAR DE LOS CÁRPATOS
Se rumoreaba que era un vampiro. Sus cabellos eran de un blanco pajizo, su
piel extremadamente clara, sus ojos de un inquietante azul, casi transparente.
Al chico, al que todos sus vecinos consideraban maldito, nunca se le veía
pasear durante el día por la aldea, se excusaba alegando que la luz del sol le
agredía.
Cuando desaparecieron dos chiquillas del pueblo, todas las sospechas se
volcaron sobre el extraño muchacho de aspecto perturbador. Una procesión de
vecinos armados con horcas y guadañas, con el burgomaestre y la condesa al
frente, sacaron arrastras al joven de su casa. No hubo piedad; en la plaza de
la villa la turba desmembró al chico albino.
Excitada por lo que había visto, aquella misma tarde, en su castillo, la
condesa Elisabet Bathory comenzó a torturar a las dos aldeanas que sus lacayos
habían raptado. Fueron las primeras víctimas.
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