lunes, 16 de marzo de 2020

LAS LÁGRIMAS NO CAEN EN EL ESPACIO


LAS LÁGRIMAS NO CAEN EN EL ESPACIO

Un astronauta ha llevado a cabo un experimento. Ha hecho algo corriente, simple y a la vez íntimo y conmovedor: ha llorado. Un hombre ha llorado por el bien de la ciencia (nadie sabe que penas ha invocado en su memoria para concitar su llanto). La conclusión de su estudio es que las lágrimas no se derraman en el espacio, se empeñan en pegarse a su cara y arremolinarse bajo sus ojos debido a la falta de gravedad.

Los efluvios salobres del alma, más allá de las elucubraciones de poetas líricos o de cábalas místicas, son materia; un compuesto de hidrógeno, oxígeno, con trazas de cloruro de sodio y que contienen también límpidos, proteínas, mucosas y una enzima; gotas segregadas por unas glándulas específicas bien estudiadas y descritas por la ciencia médica.

El hombre es materia; huesos, músculos, órganos… Duele el cuerpo cuando cambia el tiempo y notamos que arrastramos nuestro propio peso mientras ascendemos por una escalera. Podemos invocar el espíritu, pero nuestras necesidades perentorias nos dictan la agenda de todos los días con sus inexcusables exigencias; aunque la vida sea más que la satisfacción primitiva de nuestras necesidades y no sólo de pan viva el hombre. Hollamos el camino con el peso de nuestros pies, soportamos la presión de la atmósfera del cielo sobre nuestras cabezas, la gravedad nos amarra a la tierra, nuestros abrazos transmiten nuestro calor. Somos parte del mundo junto a otros billones de seres, visibles e invisibles, deambulando sobre la costra enfriada y reseca de un planeta incandescente.

Las lágrimas no caen en el espacio, comprueba el astronauta-científico, en gravedad cero no se derraman. Además, no hay nada por lo que llorar en el espacio que no haya sido traído de la Tierra, y eso incluye los pensamientos y los recuerdos. En el espacio, en la nada, no hay dolor ni alegría que nos arranque las lágrimas, éstas son un genuino producto terrícola. Las lágrimas, y los sentimientos que las generan, son parte de nuestro mundo, son parte de la vida como los ríos o el mismo océano. Estamos aquí para sentir y también para llorar.

El astronauta contempla nuestro planeta color azul-milagro por la escotilla de la nave y su llanto es aberrantemente extraño.

(Texto publicado en la revista "La melancolía desenchufada" en número 3 de enero de 2020)

2 comentarios:

  1. Me acuerdo de ese video, fue bastante... raro.

    Saludos, y felicitaciones por la publicación!

    J.

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  2. Sí, fue una noticia que apareció en televisión.

    Saludos y un abrazo.

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