miércoles, 9 de marzo de 2016

¡AY, TU MADRE!




¡AY, TU MADRE!

-¡O el porno o yo! –profirió la esposa la amenaza en un tono de voz terrible,  acompañando el anuncio con sus manos crispadas como garras de gárgola.
-Pero… mujer.
-Ni peros ni leches –el marido pensó que su mujer estaba realmente decidida a dejarle, jamás pronunciaba tacos.
-Sí, reconozco que es una debilidad que tengo. Pero yo te soy fiel y te quiero. ¿Qué te molestará a ti que tenga unos cuantos vídeos?
-¿Sabes lo humillada que me siento? Pienso que me comparas con esas guarras en tus fantasías libidinosas. Me he entregado a ti como mujer y como esposa, ¿es que no tienes bastante? ¿Qué más necesitas? ¿Quieres que me convierta en una prostituta para saciar tu morbo malsano? Eso te gustaría, ¿verdad? ver como otros hombres me fornican, ¿verme chapoteando en fluidos orgánicos?
-No digas tonterías. Sacas las cosas de sitio. No tiene tanta importancia.
-Me iré de casa, te lo juro; el porno o yo. He hablado con mamá y ella me apoya en mi decisión.
-¿Por qué tienes siempre que involucrar a tu madre en nuestras cosas? –le replicó el marido molesto.
-Tú sabes que he recibido una estricta educación protestante –“el que tendría que protestar soy yo por lo estrecha que eres”, pensó el hombre-, no soy una mujerzuela, no puedo soportar la sola idea de que mi casa albergue esa basura. Esas putas, esas bestias, esas mujeres demoníacas realizando esas porquerías; sólo de pensar que te puedes excitar viéndolas, me repugna hasta lo más profundo de mi alma. Tendrías que santificar nuestro hogar y lo ensucias y embruteces con pornografía.
-Vale, vale, hoy mismo me deshago de mi colección de vídeos.

Dos horas después de la discusión, el hombre –que siempre cedía a las pretensiones de su esposa- llenaba una caja con su extensa colección de vídeos pornográficos. Con nostalgia, con genuino apego de coleccionista, iba repasando los títulos, rememorando las buenas sesiones de onanismo que le habían proporcionado, incluso, y especialmente, durante su frustrante matrimonio. Violeta, su mujer, consideraba que el sexo era algo sucio, repulsivo y pecaminoso. Ella le racaneaba el momento de hacer el amor –sus jaquecas eran proverbiales- y cuando accedía, lo realizaban siempre con la luz apagada. En cinco años de matrimonio no había conseguido verla desnuda, y, por supuesto, ni hablar de relaciones prematrimoniales. El marido encontraba una relación directa entre sus aficiones masturbatorias y su pornofilia con la mojigatería y frialdad de sus coitos maritales, copular con una momia recién desenterrada de una catacumba seguro que era más excitante que hacerlo con su mujer.

Claro, que una cosa era expatriar los vídeos y otra muy distinta renunciar a los placeres que proporciona al voyeur el universo digital. No había pasado ni un mes desde que Mariano –que así se llamaba el marido- se hubo deshecho de su colección de vídeos, que ya se aprestaba a grabar, con clandestinidad y alevosía, películas equis bajadas de internet en un disco duro externo. Para evitar la fiscalización inquisitorial de Violeta, el hombre rebautizaba los títulos porno con otros de cine clásico; así, “Casting para primerizas cachondas” pasó a denominarse “¡Qué bello es vivir!”, “Felpudas y tetudas” por “¡El triángulo de las Bermudas”, “Pétame el bul” por “Ben-Hur”; “Más adentro” por “Mar adentro”, “La guarra de las galaxias” por “Star Wars”; “Taradas con vulvas extrañas” por “Taras Bulba”;  etc. Además, en el disco duro externo alojó la joya de la corona de su colección: un vídeo casero grabado con un minicámara camuflada en el armario, en el que aparecían él y su mujer en la cama, rodados con lente de visión nocturna; grabación a la que inscribió como “Casablanca”.

Al mes de haber llenado el disco duro de películas sicalípticas y cuando se proponía a rellenar un segundo dispositivo, Violeta le telefoneó al trabajo:

-Cariño, ¿sabías que mamá lleva tres días sin salir de casa?

¿Para eso le llamaba al trabajo, para explicarle tonterías acerca de suegra insoportable?:

-¿Y eso, cari?
-Se hizo un esguince y se lo han enyesado.
-Pobre. Dale recuerdos.
-No me ha llamado antes porque no me quería preocupar, pero hoy no ha podido evitarlo, dice que se aburre. He ido a verla.
-Bien hecho, reina.
-Para que se entretenga, me he llevado el disco duro ese donde guardas películas clásicas. Mamá me ha dicho que está loca por volver a ver Casablanca.

(Cuento publicado en la antología "Natalie y otros relatos eróticos", editado por Donbuk)



miércoles, 3 de febrero de 2016

OLVIDOS



OLVIDOS

Amor:

Solemos olvidar el carácter insustituible de la vida, de cada instante de vida. Soslayamos la expresión  cotidiana de los sentimientos más necesarios, dándolos por implícitos; esos que son el yodo amable que cauteriza las heridas más íntimas. Y es en estos momentos aciagos en que me arrepiento de mi parquedad, de mi racanería y de mi desidia sentimental. Me olvidé que tu aparición me sacó del marasmo de aflicción y soledad al que me abocó un desamor antiguo.  No te conté como tu cariño me enorgullecía y me volvía a la vez humilde con el asombro del que no está acostumbrado a recibir las bendiciones de la vida y, menos aún, de una persona tan excepcional como tú. No te confesé como deseaba pasar contigo todas las horas del día y todos los minutos de la noche. Tampoco te mencioné la perplejidad de reconocerme tanto en ti, en tu espíritu, tan bellamente insólito, hasta hacer de nosotros trasuntos de cielo y mar de querencias, ebrios de añil, confundidos en un horizonte de abrazos, en una marejada de besos. Y, aún más imperdonable por mi parte, no detenerme a reseñar tu bondad,  tu comprensión y empatía, ni tu luz perpetua; así como tampoco calibré tu inagotable cariño, manantial que me refresca. Han sido tantos los olvidos como hojas arrancadas de un calendario.

Ahora yaces en una cama de hospital, duermes. Cuando despiertes te contaré todas estas cosas. Perdóname amor, me olvidé decir cuánto te quiero.

(Carta seleccionada en el I Concurso "Cartas que nunca escribiste").

viernes, 25 de diciembre de 2015

INSTITUTO CASANDRA



INSTITUTO CASANDRA

El nombre de la institución, anodino, aséptico y a la vez pretencioso: “Instituto de asesoramiento técnico social y comunicacional”. El despacho clónico, impersonal e idéntico a otros millones de despachos esparcidos por incontables edificios de oficina del primer mundo. El entrevistador enfundado en un terno azul oscuro casi negro con corbata granate –el uniforme no oficioso del poder- a juego con una sonrisa pastosa que no denota bonhomía por ser una pariente cercana del cinismo. Frente al entrevistador, sentado en una silla de cuero, Santiago Cerezo –Santi, para los amigos-, el joven aspirante, con el nerviosismo reglamentario requerido para la ocasión.
-Muy bien, señor Cerezo. Su currículum es excelente y encaja a la perfección en el perfil exigido por el puesto. ¿Sabe a lo que nos dedicamos aquí?
-Pues no lo tengo muy claro, el nombre de su empresa no es muy revelador.
-Oficiosamente se nos conoce como el instituto Casandra. Somos lo que en los países anglosajones se denomina un think tank, un gabinete de expertos multidisciplinar dirigido a influir en la opinión pública y asesorar a los gobiernos de turno en la gestión de su comunicación; también legitimamos narrativas políticas.
-Bien, pero no entiendo para que necesitan ustedes a un biólogo evolutivo.
-Señor Cerezo, no me andaré por las ramas. ¡Vaya! Cerezo y ramas, le aseguro que no era mi intención hacer un  chiste con su apellido.
-Ya.
-La cosa es sencilla. Vendemos miedo.
-¿Perdón?
-El sistema político y económico actual está edificado sobre el miedo. Sembrar terror es esencial para el buen funcionamiento del sistema,  puesto que el sistema en sí mismo es terrorista. El miedo es al sistema capitalista lo que el aceite lubricante es a un motor, permite que no se sobrecaliente y estalle. Los trabajadores empiezan por tener miedo a perder el empleo y dejan de hacer huelgas y aceptan rebajas salariales y condiciones de trabajo indignas; se sigue con el temor a perder la casa y las familias se someten a los dictados de los bancos sobre los que se edifica el  vigente sistema feudal de servidumbre hipotecaria; se tiene pavor a la amenaza terrorista real o ficticia y la población acepta recortes en sus libertades y en sus derechos así como la censura en los medios;  hay alarma ante la inseguridad ciudadana, lo que permite la instauración de un Estado policial; miedo a los inmigrantes y a sus valores culturales exóticos con el objetivo de dividir a los trabajadores enfrentando autóctonos contra foráneos; desconfianza a las intenciones aviesas y autoritarias del centralismo y su recelo correlativo hacia el separatismo revanchista al objeto de enfrentar a los ciudadanos en función del territorio en el que residen o la lengua que hablan en su casa; y por último, se acaba teniendo miedo a protestar, temor a salir en manifestación y pánico a rebelarse. El miedo es la argamasa que permite el  mantenimiento del status quo, es decir, el actual sistema de apropiación y transferencia de rentas del conjunto de la sociedad a mayor lucro de una minoría plutócrata. Nuestro instituto se dedica a elaborar contenidos con los que intoxicar a los medios de comunicación para someter a los ciudadanos a un dirigido estado de paranoia. ¿Sorprendido, señor Cerezo?
-Pues sí, me parece todo tan…, tan…, cínico.
-El cinismo es el signo de las democracias occidentales, llamarlas democracias ya supone un ejercicio de cinismo.
-Sigo sin entender para que necesitan a un biólogo.
-El miedo es un arte. Le pondré un ejemplo; fíjese en los de la Sociedad de Autores, trataron de convencer a la población mediante sus campañas de propaganda que si se descargaban música y películas de la red se aniquilaría la creación y la cultura. Nadie se lo creyó, como estrategia de comunicación fue una chapuza. Se impone la sofisticación, lo burdo fracasa; si queremos, por ejemplo, acabar con el sistema público de sanidad y pensiones no sólo hace falta que periodistas a sueldo repitan mil veces cada día lo “insostenible” que es el sistema de protección social; no sólo es preciso ofrecer montañas de datos económicos, financieros y demográficos sesgados, cocinados y altamente manipulados; es necesario rodear el terror que nos hemos fijado como objetivo principal de una atmósfera de terrores difusos. Si logramos acojonar al personal –y perdone la expresión- en términos generales, será más fácil amedrentar a los ciudadanos en cuestiones concretas. Amenaza de asteroides espaciales, tormentas solares tecnogenocidas, cepas de enfermedades infecciosas resistentes a los fármacos, exceso de fertilización de los suelos, agotamiento del fósforo en el planeta…, y por supuesto, la superpoblación, la bomba demográfica, ¡un clásico! Se trata de que los ciudadanos se angustien blandiéndoles la amenaza de riesgos inexistentes o remotos y nosotros fabricamos dichas espadas de Damocles. Así, el cambio climático y el agotamiento de los combustibles fósiles lo exageramos por encargo del lobby de la industria nuclear; los estudios sobre amenazas a la seguridad nacional, estudios estratégicos y doctrina militar, nos los encargan la industria armamentista; también todos los años agitamos el fantasma de una gran pandemia de gripe de origen aviar –por no hablar del évola- a mayor gloria y beneficio de las farmacéuticas; acusamos falsamente a los pepinos españoles de ser el origen de un brote bacteriano y nos cargamos la molesta cuota de mercado hortifrutícola española en Europa. ¿Entiende ahora porque necesitamos un biólogo? Su cometido es elaborar informes con buena apariencia técnica, lo convenientemente alarmistas para ser difundidos en los medios.
-Lo siento, pero no puedo aceptar el puesto, no me parecen éticos sus procedimientos.
-Mire –el entrevistador anotó una cifra en un papel mientras sonreía-, esto es lo que cobrará al año libre de impuestos. ¿Qué me dice?
-Es mucho dinero.
-El miedo es una mercancía rentable.

(Relato ganador del V Cibercertamen literario Hipatia de Alejandría de literatura breve. 2013).

Este es uno de los cuentos que podrás leer en el libro "Podemos y otros relatos indignados".








AMNESIA



AMNESIA

Al abrir el contenedor, se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de las cosas. ¿Cómo diablos se llamaba el objeto que refulgía entre la basura? Era un nombre común, precisamente llevaba uno puesto sobre su rostro, apoyado con dos pequeñas pestañas sobre la nariz, a través del cual contemplaban el mundo sus ojos cansados. Un escalofrío sacudió al anciano. Alarmaba comprobar como la memoria se resquebraja. Y era paradójico que el viejo se sintiera asustado, pues había reconstruido su vida sobre una amnesia deliberada. ¿Cómo se llamaba aquella cosa? Y recordó que había confiscado miles de ellas a las personas que descendían de los trenes, antes de ordenar que se desnudaran, en Dachau.

(Texto que quedó ganador del III Certamen de Microrrelatos de Historia "Francisco de Gijón". 2015)

EN ALGÚN LUGAR DE LOS CÁRPATOS

EN ALGÚN LUGAR DE LOS CÁRPATOS

Se rumoreaba que era un vampiro. Sus cabellos eran de un blanco pajizo, su piel extremadamente clara, sus ojos de un inquietante azul, casi transparente. Al chico, al que todos sus vecinos consideraban maldito, nunca se le veía pasear durante el día por la aldea, se excusaba alegando que la luz del sol le agredía.
Cuando desaparecieron dos chiquillas del pueblo, todas las sospechas se volcaron sobre el extraño muchacho de aspecto perturbador. Una procesión de vecinos armados con horcas y guadañas, con el burgomaestre y la condesa al frente, sacaron arrastras al joven de su casa. No hubo piedad; en la plaza de la villa, la turba desmembró al chico albino.

Excitada por lo que había visto, aquella misma tarde en su castillo, la condesa Elisabet Bathory comenzó a torturar a las dos aldeanas que sus lacayos habían raptado. Fueron las primeras víctimas.

(Este microrrelato ha sido uno de los seleccionados para su publicación en el libro "Retazos de Terror", Editorial Hipujo)