Al abrir el
contenedor, se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de
las cosas. ¿Cómo diablos se llamaba aquella cosa que refulgía entre la
basura? Era un objeto común; precisamente llevaba uno puesto sobre su
rostro, apoyado con dos pequeñas
pestañas sobre la nariz, a través del cual contemplaban el mundo sus
ojos cansados. Un escalofrío sacudió al anciano. Alarmaba comprobar cómo
la memoria se resquebrajaba. Y era paradójico que el viejo se sintiera
asustado, pues había reconstruido su vida sobre una amnesia deliberada.
¿Cómo se llamaba aquella cosa? Y recordó que había confiscado miles de
ellas a las personas que descendían de los trenes, antes de ordenar que
se desnudaran, en Dachau.
Microrrelato ganador del III Certamen de microrrelatos históricos Francisco Gijón.
Es muy bueno. Y puede ser muy cierto, estos enfermos olvidan el día a día pero reviven el pasado lejano, sea el que sea este.
ResponderEliminarGracias Luisa por tu comentario.
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