CONSEJO
En el taller, la profesora nos reveló que la clave para hacer un buen microrrelato consistía en meter tijera.
Una vez que tuviéramos el texto, deberíamos colocar entre corchetes todo aquello que se pudiera recortar. Si tras el esquilado, el microrrelato seguía teniendo sentido, el resultado podía darse por válido.
Seguí el consejo magistral y cercené todo un rebaño de vocablos, pero me quedé triste al contemplar las palabras desechadas. Tomé los retales, hilvané unas, zurcí otras y me dio para dos greguerías, cinco aforismos, cuatro chistes y un paño de cocina.
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