OBJETOS PERDIDOS
Tras el cambio de turno, el
funcionario a cargo de la oficina de objetos perdidos, procedió con
diligencia rutinaria a repasar los ingresos efectuados durante el turno
precedente. Con cierta desgana repasó con el dedo anular la lista de los
efectos consignados. El funcionario constató que en las últimas horas
habían traído a la oficina; treintao y ocho paraguas, quince billeteras
vacías -los carteristas sustraían su contenido y las arrojaban en las
papeleras-, cuatro patinetes, dos cochecitos de bebé, una dentadura
postiza, una silla de ruedas y un brazo ortopédico.
El funcionario, al que nunca se le agotaba su capacidad
de sorpresa ante los despistes de la gente, giró página y consultó
el capítulo de intangibles. Leyó que quinientas siete personas habían
perdido los modales, trescientas doce la vergüenza, ciento cuatro el
sentido del ridículo, sesenta y nueve el pudor, cincuenta y cinco la
inocencia y, por último -llegado a este rubro, el hombre expelió un
suspiro de melancolía-, nueve personas habían perdido la esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario