PALOMARES
La temporada de
baños se acababa en Palomares y yo me disponía a poner fin a mis vacaciones y
regresar a la ciudad y a sus rutinas, cuando, en mi último paseo vespertino por
la localidad, leí un cartel que anunciaba la última sesión en el cine de verano.
Proyectaban “El increíble hombre menguante”.
La película, en
blanco y negro, me resultó entrañable de puro desfasada, con sus efectos
especiales chapuceros que se antojaban ingenuos a un espectador actual. No
obstante, el guion era increíble. Se notaba que el guionista no había entendido
el mecanismo de la suspensión de la incredulidad -soy escritor y me fijo en
esos detalles-. ¿Quién se iba a creer que el protagonista, al verse afectado
por una nube radioactiva, iba a ir menguando progresivamente?
Pensé que regresaría
de mis vacaciones en Palomares con las pilas cargadas. Sin embargo, una vez
instalado en mi domicilio, me sentí abatido y preso de un malestar y un
cansancio que no hicieron más que agudizarse con el paso del tiempo.
Es por ese motivo
que renuncié a escribir la saga de novelas proyectada y
me centré en una trilogía que terminó siendo una novela, una
novela corta. A partir
de aquel momento ya sólo pasé a hacer relatos medios que, muy pronto, pasaron
a ser
breves
y de ahí, a escribir microrrelatos y nanorrelatos.
P.D. Me he caído en
un tintero y me estoy ahogando, pero mi voz, proporcional a mi tamaño es
inaudita y nadie viene a rescatarme.
Los grandes sueños acaban siempre de la misma manera... en la realidad.
ResponderEliminarFelicitaciones por la publicación.
Saludos,
J.
Bueno, es un poco una realidad de película de serie B, pero, en fin... Estás en lo cierto.Gracias por comentar.
EliminarUn abrazo.
¡Me gusta que juegues con la tipografía del texto para reforzar la historia!
ResponderEliminarGracias, Sandra, fue el principal aliciente para escribir esta historia.
EliminarUn abrazo.