Sé que fue una imprudencia, pero recogí a aquella chica
que hacía auto-stop; ¡la vi tan desamparada deambulando por la cuneta en mitad
de la noche!
El aspecto de la mujer era inquietante, por no decir
siniestro: Cabellos largos y enredados, rostro demacrado de palidez cadavérica,
ojos nebulosos hundidos en sus cuencas, labios agrietados y dientes amarillos.
Por lo demás, se adivinaba una complexión huesuda bajo el vestido de una sola
pieza, blanco, sucio y desgarrado. Me pidió que la llevara al pueblo al que
hacía “mucho tiempo que no regresaba”.
No habló durante el trayecto, arrellenada en el asiento
del copiloto parecía una muerta en vida. Poco antes de llegar al pueblo una
violenta agitación pareció poseerla.
-¡Aminora! –exclamó presa del pánico- ¡Reduce! Esa curva
es peligrosa. En esa curva…, en esa curva… -sus dedos flacos y huesudos
temblaron en el aire señalando la curva cerrada que apenas se insinuaba en la
noche sin luna.
-¡Ya! Ahora me dirás que en esa curva te mataste en un accidente –le respondí
escéptico.
-No, tras esa curva suele agazaparse un coche camuflado de la policía de
tráfico.
La multa que me cascaron a mí también me mató del susto.
(Relato publicado en la revista colombiana de Arte y Literatura "Crisopeya" en su número 5)
https://drive.google.com/.../1dpSAjJk25OS2ZqJOZiL.../view...
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