viernes, 15 de diciembre de 2017

NO NOS PODEMOS QUEJAR


A una remota república de nombre impronunciable enviaron a un relator comisionado por un observatorio de los Derechos Humanos. Se rumoreaba, a tenor de las pocas noticias que llegaban de aquel país, que se producía una constante e intensa violación de los Derechos políticos y sociales. El relator, con el propósito de documentar los abusos, entrevistó a numerosas paisanos quienes invariablemente respondían: “no nos podemos quejar”, cuando eran preguntados acerca de la labor de su gobierno o sobre sus condiciones de vida. En todas las casas lucía una fotografía del presidente de la nación y en todos los balcones tremolaba la bandera del Estado.

Convencido de la conformidad de la población con el gobierno y de que en aquel país no se producía una violación significativa de los Derechos Humanos, el relator se relajó y reservó el último día de su misión para hacer turismo. En un parque, a los pies de una estatua ecuestre de un ilustre espadón, yacía un hombre muerto, tiroteado, orlado su rostro por un charco de sangre oscura. Un pequeño corrillo de curiosos parecía velar al cadáver.
 
-¿Quién es? –preguntó el relator.
-Uno, uno más –respondió con indiferencia un señor con mostacho.
-¿Por qué lo han matado? –insistió el relator.
Los presentes bajaron la cabeza, desviaron la mirada y un ensordecedor silencio se apoderó del parque, hasta los pájaros dejaron de piar. El miedo era palpable y viscoso.
-Este… -se atrevió a hablar un jovenzuelo imberbe-, se quejó.

(Texto finalista en el IV Concurso de micorrelatos "Escribir por derechos" organizado por Amnistia Internacional de Madrid y dedicado  a la libertad de expresión).

https://twitter.com/amnistiamadrid/status/941013434983792640