martes, 28 de septiembre de 2021

NO SÉ MENTIR

 NO SÉ MENTIR

 

Mi farmacéutica se quitó la mascarilla y, junto con su mágica sonrisa, estalló una lluvia de confetis al ritmo de una música festivalera. Una periodista y un cámara de televisión irrumpieron en el local para anunciarme, en riguroso directo, mi condición de agraciado por haber realizado la compra número un millón en mi farmacia de toda la vida. Mi premio consistía en dos noches en el hotel Thalasia. Me sentía aturdido de felicidad, jamás me había tocado nunca nada. Cuando la reportera me preguntó qué me disponía a comprar, yo, que no sé mentir, arruiné aquel momento sublime: “Pomada para las hemorroides”, respondí.


(Relato que ha obtenido el tercer puesto en el VII Certamen de microrrelatos "Farmacia de toda la vida").


https://fb.watch/8jaoI8T1ka/

LOS PRENAUTAS

 El texto con el que participo en el concurso de relatos históricos de Zenda.


LOS PRENAUTAS

 

-Señor Lucifer.

-¿Dime Cris?

-No me gusta que me llame Cris, ya se lo he dicho muchas veces.

-Nos ha salido contestón el almirante.

-Es muy afeminado, es como si yo le llamase Luci.

-¿Qué carajo quieres? ¡Desembucha! No tengo todo el tiempo del mundo.

-Sí que lo tiene, vive en la eternidad.

-Al grano o te clavo el tridente.

-Quiero que me cambien de caldera.

-Esto no es un hotel.

-Ahora hablas como mi mamá.

-Quiero decir que tú aquí no eliges nada, ni la caldera donde hierves, ni las torturas que te infringimos, ni los penitentes que te hacen compañía.

-Ahí quería yo llegar, a mis compañeros de eternidad. Se burlan de mí.

-Pues te jodes.

 -Y de Platón y su Atlántida, también se pitorrean.

-Pues os jodéis los dos.

-¡Claro, como tú no tienes que soportarlos!

-El infierno ya no es lo que era, esto parece el puto patio de un colegio.

-¡Porfaaaaa!

-Bien, pedazo de chivato, dime que te hacen y veré que se puede hacer, quizás les pueda calcinar sus lenguas con un hierro candente o les de a escoger entre plata o plomo derretida por su gaznate.

-Todos me vacilan con qué ellos llegaron a ese nuevo continente antes que yo.

-¿Quiénes son todos?

-Pues, Alonso Sánchez de Huelva, la sacerdotisa egipcia Henut Taui; el príncipe africano Abubakari; el almirante chino Zheng He; Leif Erikson, el vikingo; un príncipe galés de nombre Madoc; un fenicio, un polinesio y un templario, que no sé cómo se llaman; San Brandán…

-¡Espera! ¿Hay un santo en el averno?

-Sí, es un monje irlandés borrachín.

-No debería estar aquí, esto es un problema de asignación. Luego vienen los de control de calidad infernal y nos fríen y con razón.

-El peor de todos es Américo Vespucio. Se pasa todo el rato diciendo que soy un burro que creía que había llegado a la India, pero que él se dio cuenta que era un continente nuevo y que por eso se llama América y no Colombia.

-Veo que está animada vuestra caldera.

-Pues, a todo lo dicho, hay que sumar un tío en taparrabos que nos insulta a todos y dice que a los pueblos originarios no les descubrió nadie y que somos una pandilla de putos eurocéntricos.

-Lo capto, Cris.

-Cristobal, si no le importa, Cristobal Colón.

-Lo que tú digas Cris.

-¿Pero los va a castigar o no?

-¿Enmudecerlos para que a ti se te haga más cómoda tu estancia en el infierno? ¡no sueñes! Pero…

-¿Pero qué?

-Les aplicaré una tortura a la que pondré tu nombre porque que veo que te escuece que América no se llame Colombia.

-¿De qué se trata?

-Ya lo verás, la tortura se llamará, en tu honor, colonoscopia.

 

 

 

 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

ZUGARRAMURDI



Título: ZUGARRAMURDI
Autor: Héctor Daniel Olivera Campos
Relato Ganador del concurso "Aquelarre"
¡Enhorabuena! de parte de #HermanasLara el jurado y de todos los que formamos esta Comunidad Tus Relatos
Bajo la luz diurna, el relator del Santo Oficio no percibe nada anormal en la aldea, nadie diría que en dicha población se ha enseñoreado El Maligno. Como en tantos otros lugares, hombres y mujeres se afanan en sus labores: los campesinos, en sus huertas; los artesanos, en sus oficios; el hidalgo haraganea; el párroco se emplea en sus rezos desde matines, a la hora nona; y el alguacil vigila con celo para que ese orden inamovible no se vea alterado por el más mínimo desafuero, porque así lo quiere Dios, el Rey, el Papa, la tradición y las buenas costumbres.
Es al caer sol el momento en el que las tinieblas invaden el pueblo, cuando los parroquianos se recogen y se encierran, trancando casas y ventanas, que, por no dejar, ni a las bestias dejan a la intemperie. Y ya no sólo son el cura o el sacristán quienes rezan, lo hace todo el pueblo, todas las buenas gentes que caen de hinojos mientras elevan, con desesperación, plegarias de misericordia al Todopoderoso, al que imploran que les libre de las acechanzas del Diablo.
Todos en la aldea saben que en el claro profundo del bosque, junto a la cueva maldita, las brujas celebran sus aquelarres en días martes y en fechas señaladas con sangre. Y se cuenta, entre el testimonio veraz y el delirio imaginado, que danzan alrededor de la hoguera mientras blasfeman y profanan Sagradas Formas. Y comen y beben y fornican como bestias; ellas con ellos —porque algún brujo hay—, ellas con ellas, ellos con ellos, y aún con animales. Y toman pócimas de hierbas que les embriagan y creen flotar, y hay quien sostiene que las han visto volar montadas en escobas. Es un furor demoniaco el que les agita, es una gula insaciable de placeres, es la maldad tomada como liberación. ¿Cómo no van a sentir miedo los lugareños? El pánico corroe a las gentes buenas y decentes de la aldea, sienten el miedo más terrible, más hondo, más atroz, más implacable de todos; el miedo a la libertad.