OLVIDOS
Amor:
Solemos olvidar el carácter insustituible de la vida,
de cada instante de vida. Soslayamos la expresión cotidiana de los
sentimientos más necesarios, dándolos por implícitos; esos que son el yodo
amable que cauteriza las heridas más íntimas. Y es en estos momentos aciagos en
que me arrepiento de mi parquedad, de mi racanería y de mi desidia sentimental.
Me olvidé que tu aparición me sacó del marasmo de aflicción y soledad al que me
abocó un desamor antiguo. No te conté como tu cariño me enorgullecía y me
volvía a la vez humilde con el asombro del que no está acostumbrado a recibir
las bendiciones de la vida y, menos aún, de una persona tan excepcional como
tú. No te confesé como deseaba pasar contigo todas las horas del día y todos
los minutos de la noche. Tampoco te mencioné la perplejidad de reconocerme
tanto en ti, en tu espíritu, tan bellamente insólito, hasta hacer de nosotros
trasuntos de cielo y mar de querencias, ebrios de añil, confundidos en un
horizonte de abrazos, en una marejada de besos. Y, aún más imperdonable por mi
parte, no detenerme a reseñar tu bondad, tu comprensión y empatía, ni tu
luz perpetua; así como tampoco calibré tu inagotable cariño, manantial que me
refresca. Han sido tantos los olvidos como hojas arrancadas de un calendario.
Ahora yaces en una cama de hospital, duermes. Cuando
despiertes te contaré todas estas cosas. Perdóname amor, me olvidé decir cuánto
te quiero.
(Carta seleccionada en el I Concurso "Cartas que nunca escribiste").
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