Los primeros en dar la voz de alarma
fueron los del departamento comercial, algunas piezas salían defectuosas de
fábrica, los clientes estaban molestos. Control de calidad llegó a la
conclusión de que alguien saboteaba la producción desde dentro. Se instalaron
cámaras de televigilancia, se contrataron detectives privados que se hicieron
pasar por operarios; todo fue en vano, no identificaron al saboteador. El
gerente estaba irritado, la celebración del mayor salón del sector estaba a un
exiguo puñado de hojas del calendario; si estallaba el rumor de que produciendo
eran unos chapuceros, las ventas caerían con resultados dramáticos.
Mientras cena, un obrero ve el telediario.
En Siria, un avión vomita bombas con forma de supositorios sobre una ciudad de
nombre exótico. El obrero sabe que una docena de esas bombas no estallarán, él
se ha encargado de inutilizar las espoletas. Es su contribución al mejoramiento
del mundo.
Este microrrelato fue galardonado con el XI Premio Saigón de
Literatura 2017.
Un mundo sin naciones ni nacionalismos es posible, sólo tenemos que perderle el miedo.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Gracias por comentar.
EliminarUn abrazo