miércoles, 18 de enero de 2023

ERA DOMINGO POR LA TARDE (O NO)

 

Héctor Olivera Campos

Era domingo por la tarde, el espacio temporal en que se agrupan el tedio y la decepción de la semana, semejante al filtro de la lavadora que recoge las minucias olvidadas en los bolsillos y las demás escorias centrifugadas al final del ciclo. ¿Por qué aquella melancolía vespertina? ¿De dónde provenía aquel desasosiego? ¿Por qué el domingo se llamaba domingo? Las palabras no eran más que convenciones, o, a lo sumo, herencias etimológicas malditas. El viejo pensó que si el domingo se llamara viernes, sería más llevadero y más fácil digerirlo, así que comenzó a decirse que era viernes por la tarde, ¿por qué tarde? Viernes nono. Y como no podía haber dos viernes (tres hubiesen sido multitud en la isla de Robinson), el día de la semana, antes conocido como viernes, pasó a llamarse sacacorchos.
El juego le pareció divertido al viejo. ¿Qué otra cosa se puede hacer un domingo por la tarde, perdón, un viernes nono? Pensó en ello mientras usaba el baño. Al retrete lo bautizó como retrato y hacer uso de él, un autorretrato. El papel higiénico se transmutó en lija. Luego volvió a su dormitorio, es decir, sésamo.


No, se dijo, persistía cierta sombra de lógica. Todo juego exige audacia. El salón se llamaría Hugo; la mesa, hora y, cada silla, Santa Cruz. El televisor pasó a denominarse ciénaga y las películas, lacas (la lógica acechaba de nuevo, esperando cualquier resquicio para volver a infiltrarse). El sofá, abracadabra. En ese punto se detuvo, todo juego precisa reglas: La mutación de las pimientas (palabras) tan sólo afectaría a las acelgas (sustantivos).


Siguió cambiando nombres a capricho. Meditó que, de persistir en su tarea, su lenguaje privado sería cada vez menos inclusivo, más egocéntrico, menos comunicativo; pero no le importó, el absurdo es el lenitivo con el que la razón se distrae de su cansancio.


A medio nono el armario, tomó un muro de ginebra, se sentó en el abracadabra y contempló una laca en la ciénaga. Acabada la tostadora regresó el hormigón. Menuda gilipollez tratar de cambiar la realidad a golpe de semántica, hacer del lenguaje una fantasmagoría, un espantajo y decir que así borramos la crueldad de lo existente a golpe de ensalmo. Cuando abandone el juego de pimientas, el dinosaurio de su soledad todavía seguirá allí.


El viejo insistió y repasó los fracasos de su vida a la que llamó estafa, sus pasaportes felinos, su pantano payaso truncada. Fue su último viernes nono, el que llamó a la muerte, liberación y al bote de barbitúricos, herramienta. 

Relato publicado en la revista latinoamericana de ciencia ficción Espejo humeante número 11 

https://espejohumeanterevista.wordpress.com/2022/03/11/era-domingo-por-la-tarde-o-no/?fbclid=IwAR0BnpYr8DVOnD9-DJqQpQj2qXyM22wyEJza9WRDpvF0k002iRg6QL-8U_k

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