lunes, 12 de junio de 2023

GIRO INESPERADO

 He quedado finalista en el III Certamen literario de relato y poesía "Encinas Reales" con mi cuento

GIRO INESPERADO 

Me apunté a un taller literario dedicado al género detectivesco, pese a mi escepticismo a participar en dichos cursillos; ya saben cómo funciona este tipo de clases: una vieja gloria escritora de medio pelo, a la que ya nadie lee, imparte unas pocas nociones de teoría literaria que cualquiera podría encontrar por sí sólo en los manuales que circulan por la red.  Lo que me llamo la atención de la propuesta fue la combinación de clases magistrales presenciales con el empleo de la inteligencia artificial. Este último aspecto novedoso me animó a inscribirme.

El taller se desarrolló como cabía esperarse, provocándome una honda decepción: Historia y características del género detectivesco, unas cuantas nociones para escribir un relato de crímenes, unos pocos ejercicios y, a modo, de conclusión: lectura y análisis en común de los relatos realizados por cada alumno durante el taller. Mosqueado, pregunté que dónde narices estaba la aplicación de la inteligencia artificial prometida y, fue entonces, cuando Paloma Remilgos, que así se llamaba la escritora de novela negra que nos impartía el taller, me entregó, sonriendo, un código alfanumérico. Cuando acabase el curso, me dijo, tan sólo tendría que introducir mi relato (planteamiento y nudo) en la base de datos de una determinada web alojada en la dark net o internet oculto, para que el programa de inteligencia artificial con el que operaban me escribiera el desenlace, asegurándome que siempre contendría un giro inesperado que haría las delicias del lector

Receloso escribí un relato a lo Agatha Christie ambientado en Extremadura. El marqués de Cascafría organizaba una partida de caza de perdices en su finca a la que invitaba a sus amigos. La madrugada del fin de semana en el que se realizaba la actividad cinegética, el marqués era cruelmente asesinado, alguien le clavaba una estaca en el corazón, aunque no se encontró el arma homicida porque lo apuñalaron con un carámbano de hielo que desapareció al derretirse. Diez eran los sospechosos del crimen, todos tenían motivos para matar al aristócrata; pero todos disponían, aparentemente, de sólidas coartadas, aunque pronto el lector descubriría que todos mienten. El decimoprimer invitado a la montería era Heráclito Pueyo, rentista, numismático y filatélico y entomólogo aficionado, ex profesor de lógica y egiptología. Heráclito, que hizo un curso de detective privado por correspondencia, hizo valer su autoridad en criminología para investigar el homicidio por su cuenta antes que irrumpiera la policía a meter sus torpes manazas en el caso. Uno por uno el detective fue interrogando a los sospechosos y tomando notas. La tarde del domingo, antes de abandonar la finca, Heráclito congregó en la biblioteca del palacete a todos los sospechosos y fue enumerando las razones que tenía cada uno para acabar con la vida del marqués mientras desbarataba sus respectivas coartadas. 

 ¡Qué nervios! Ni siquiera yo, que soy el autor, sabía quién era el asesino. Entré en la aplicación que me indicaron y cargué el archivo con el relato. Tan sólo tenía que esperar que me lo devolvieran con el desenlace escrito concluido con el ignoto giro inesperado.

Al día siguiente por la noche llamaron a mi puerta, eran dos agentes de la Guardia Civil que me pidieron que los acompañara al cuartelillo para contestar a algunas preguntas. En la sala de interrogatorio, un par de agentes me acusaron de haber asesinado al marqués de Cascafría. Por ellos me enteré de que Heráclito Pueyo me había denunciado. Mi relato me incriminaba, la enumeración del modus operandi y otros detalles relacionados con la escena del crimen, sólo los podía conocer la mente asesina. Si usted está leyendo esto y es abogado penalista, por favor, póngase en contacto conmigo, le necesito, me piden veinte años de cárcel.

 





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