sábado, 7 de octubre de 2017

EL NEGRO





I

Quizás había sido una mala idea después de todo, masculló para sí mismo Daniel, acordándose de Flavio. En el momento en que le ofrecieron el trabajo todo parecían ventajas, tan sólo debía realizar, dos veces por turno, una ronda rutinaria que no le llevaría más de una hora, dejándole libre el resto del tiempo. Lo malo es que estaba cubriendo una baja, así que en cuanto el titular se restableciera de su enfermedad, rescindirían su contrato. Daniel aceptó aquel empleo precario de vigilante nocturno a falta de algo mejor, contento con la oportunidad que se le presentaba de poder escribir durante el horario laboral sin que le molestasen. Peor llevaba enfundarse el uniforme parapolicial con su fálico complemento: la porra de goma. Se sentía disfrazado y ridículo.

Tener demasiado tiempo para pensar invita muchas veces a descender por el angosto pasadizo de nuestra propia oscuridad. El pensamiento de Daniel reclamaba, una y otra vez, en la noche, la presencia ofensiva de Flavio, el autor de novela policiaca para el que hacía de negro. ¿Iba a escribirle su nueva novela una vez más? El dinero esclaviza y muchas veces para tener que comer realizamos las bajezas que no haríamos por un millón, pues el millón no lo necesitamos realmente, pero comer, hay que comer cada día. Daniel le había escrito a Flavio siete novelas de enorme éxito, todas ellas adaptadas al cine. Suya era la imaginación y el sudor y de Flavio el reconocimiento, la fama, las promociones, la parte grande del pastel, la dulzura de vivir. Por un acuerdo verbal, Daniel había de llevarse el diez por ciento de las ganancias, aunque jamás recibió dicho porcentaje, ni la mitad tan siquiera. Flavio, avaricioso, le escatimaba su salario, le hacía rogárselo, demoraba las entregas y cuando le pasaba el sobre, lo hacía de mala gana, con un semblante más propio de un tipo al que estuvieran operando de vesícula, que de alguien que salda una deuda legítima. ¿Cuántas veces se había dicho Daniel a sí mismo, “esta es la última vez que lo hago”? Pero, claro, explícale esas miserias al casero o al director de la oficina bancaria para que no devuelva los recibos por falta de fondos. Por eso le iba bien aquel trabajo, para poder escribirle a Flavio su octava novela y bañarlo nuevamente con notoriedad y dinero, mientras él continuaba reptando en la oscura precariedad. Daniel fantaseó muchas veces con la idea de matar a Flavio y esa emoción le ayudaba a fabricar y entender a sus homicidas de papel. Se permitía aquella licencia, aquella impotencia, aquella ridícula sacarina con la que endulzar sus claudicaciones. Y sin embargo, sabía que hasta las renuncias tienen un límite; sentía miedo de sí mismo, terror a que llegase el día en que no bastase con sublimar su resentimiento a través de la literatura, el día en que descubriera que matar es más fácil de lo que parece.

III

-Carlos, ¿de verdad que no me puedes sacar de aquí? Este sitio es horrible. Esta mañana cuando me encerraron me quejé de que mi celda no estuviese preparada, la cama estaba sin hacer. ¿Y sabes que me contestó el funcionario que me escoltaba? Que esto no era un hotel, que estaba en una cárcel y la cama te la haces tú. Eres mi abogado, ya sé que nos han denegado la fianza, pero algo se podrá hacer, recurrir, que sé yo.
-Flavio, parece mentira que te hayas ganado la vida escribiendo novela negra. Estás acusado de matar a nueve mujeres y de violarlas, incluso, post mortem, aparte de descuartizarlas y otras atrocidades. ¿Y pretendes que convenza al Juez que te deje libre? Bastante conseguiré si logro que no te saquen del módulo de los chivatos, porque a la que te des una vuelta por el patio con el resto de los reclusos no ibas a durar vivo ni cinco minutos.
-Soy inocente.
-Lo sé. Soy tu cuñado, te conozco; tú no eres capaz de abrir ni una lata de sardinas, menos aún de matar a nueve personas a lo largo de quince años. Pero la cuestión es cómo convenceremos al Tribunal cuando te juzgue. Has escrito una novela en la que narras con minuciosidad como asesinaste a esas mujeres, incluyes detalles objetivos que sólo podían ser conocidos por alguien que se encontraba en el escenario del crimen. Si tú no lo hiciste, ¿cómo sabías la forma exacta en que murieron?
-Carlos, hay algo que debo decirte. Es algo… vergonzoso.
-Soy tu abogado, lo que me digas es confidencial.
-Yo no escribí esa maldita novela, de hecho, jamás he escrito ninguna novela. Tengo un negro, alguien que escribe lo que yo firmo.
-¡Sabía que eras inocente!
-Se me hiela la sangre pensar que contraté a semejante monstruo.
 -¿Hay un contrato que os vincule?
-No, era un negro; entiéndeme, no podía dejar ningún rastro que le relacionara conmigo. No hay contrato, ni recibos,  ni cartas, ni correos electrónicos, ni mensajes telefónicos. Yo le hacía los encargos y los pagos en efectivo. A veces él me seguía y me abordaba por la calle con impaciencia cuando creía que me retrasaba en abonarle lo convenido, era muy mezquino en cuestiones de dinero.
-Va a ser muy difícil probar que fue tu negro quien redactó la novela. Ten, escribe en esta hoja su nombre y donde se le puede encontrar. Encargaremos a un detective privado que le investigue.
-Carlos, si esto sale a la luz, el público se dará cuenta de que soy un fraude. Será mi ruina.
-Es el precio que habrás de pagar para evitar nueve condenas por asesinato.

II

Casi al terminar su segunda ronda nocturna por la Ciudad Judicial, Daniel merodeaba por el archivo de la Sala de lo penal. Llamó su atención una estantería coronada por un rótulo: “casos abiertos”. Se detuvo a examinar varios legajos. El primer expediente trataba del cuerpo de una mujer desconocida hallado en el interior de una maleta abandonada en un bosque. El vigilante separó la carpeta y siguió buscando, cada vez más animado. A medida que iba leyendo, se abría en su mente un mundo de posibilidades narrativas. Aquellos sumarios proporcionaron el excelente material con el que Daniel confeccionó la última y más exitosa novela negra de Flavio.

 ( Relato públicado en el tercer número de la "Sirena Varada; revista literaria bimestral" que se edita en México).

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